Fiestas

Sacrificados y mártires de la Fiesta

Cuando llega el verano y los calores, uno empieza a desprenderse de pieles como las cebollas, nos hacemos más cómodos para luchar contra esas calinas cada vez más penosas. En mi caso ya sólo tolero una camisa de algodón, me pica lo sintético y esas malditas etiquetas en el pescuezo de una prenda recién comprada. Mi Serrana me dice que soy muy bascoso.
Llegan las fiestas llenas de ilusión. Con ganas de vestir el traje de tu querida comparsa, de volver a sentir esas sensaciones que necesitamos los que amamos nuestras tradiciones y la identidad de nuestro pueblo.

Pasión y sacrificio
Pero esa tarde septembrina, a las 5 de la tarde, hay que vestirse casi de invierno; una incomodidad y un “sacrificio” que se vence con pasión. Adrenalina, ilusión y alcohol, elementos que van ligados a la fiesta. Mérito tienen esas escuadras en las que sus componentes soportan las altas temperaturas forrados de telas y abalorios. Es de admirar, por ejemplo, ese espíritu festero de más de un componente de la escuadra de Massais: con 75 años, la piel pintada de negro con un turbante lleno de colmillos y una tribu africana encima y abrigando su espalda una capa gruesa de pelo sintético leopardino.

Sí, el sacrificio y la adrenalina van ligados a la fiesta. Yo he vivido los Sanfermines con un nudo en el corazón, también en las fiestas de la Vila Joiosa he participado varias veces; mi experiencia en un desembarco fue terrible: imaginen, en la mitad de la noche volcó la nave mora y dentro del pánico los festeros llenos de alcohol. Se produjo una tensión entre risas y angustias a una distancia larguísima de la orilla.

Existen, también, otros sacrificios o mártires de la fiesta, por ejemplo, aguantar el cuartelillo vecino, más aún cuando no se es festero y se quiere dormir. También existen los súperespectadores de desfiles desde la primera hasta la quinta hora, mártires a gusto que dan sentido y forma en las tribunas al paso de las comparsas. Es de reconocer también el esfuerzo y la realización, durante meses, de esas obras faraónicas que muchos festeros motivados e ilusionados trabajan para conseguir sorprender en la Ofrenda.

Otra situación que se produce en las fiestas, al margen de dogmatismos, es el comportamiento de los villeneros con su Patrona, sean creyentes o no. Me refiero al sacrificio que supone portar la imagen, se hace a gusto, pero existe una diferencia: el pueblo, de toda condición social, que siempre está dispuesto a llevarla por zonas incómodas como El Arenal, por un lado, y otra clase de ciudadanía, “los elegidos”, que portan a la Patrona en su trono, lleno de flores, luces y música en un marco lleno de tribunas repletas de vecinos para disfrute de su fe y de su ego.

Desgastados por la Fiesta
También existen los festeros activistas que se entregan por completo a su comparsa sin pedir nada a cambio, gregarios que con su sacrificio voluntario en calendario festero y casi todo el año aportan faenas de intendencia o cocina, sobre todo en las pequeñas comparsas, ya que en las grandes casi todo va a golpe de talonario.

Durante mi vida festera he conocido en todas las comparsas villeneros implicados, por generación o devoción, en los cargos de dirección u organización, y tal es el grado de dedicación, de absorción y de celo que por circunstancias de su gestión o mala interpretación (yo en esto no entro ni juzgo) y después de dar todo el esfuerzo y la voluntad han salido de la comparsa de una manera brusca, por ejemplo, festeros de pura cepa como Navajas, Valero, el trío La Rebaná o Calvo, entre otros muchos. En algunos de los casos verlos vestidos de otra comparsa, y no con sus colores de sangre, me produce una sensación incompresiblemente injusta, máxime cuando todo festero sabe que cualquier componente de comparsa que eche adelante con el compromiso y el sacrifico de la dirección conlleva además de la implicación una responsabilidad civil y jurídica.

Otros casos son los de desgaste, como el de mi querido amigo “Lute”, quien se hizo adelante en la dirección de su comparsa cuando existía un desánimo de implicación en sus comparsistas, lo que provocó en él y en su masera del alma un desgaste total de sabia festera, por lo que al terminar su compromiso voluntariamente dejaron de ser festeros… y ¡día 4 que se fueran!

Y termino reconociendo con toda naturalidad que año tras año soy menos festero; es una sensación paralela al efecto de diversificar otras situaciones distintas de ocio. Siempre seré Marrueco, como todos mis antepasados, pero con los dos desfiles de lujo y algún “rescoldico festero”, sobra. Todo sin sacrificio, que para eso ya está la vida cotidiana, y a las tradiciones hay que combatirlas con nuevas emociones que darán sentido a nuestra vida haciendo más interesante y agradable el camino que nos llevará, inexorablemente, a la gran sombra.

Texto e ilustración: Pedro Marco. Pintor.

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