Abandonad toda esperanza

Saldando una deuda

Abandonad toda esperanza, salmo 366º
Con Satoshi Kon siempre he tenido la molesta sensación de llegar tarde. Acabo de leer por fin Regreso al mar, que no es sino la primera historieta larga de este autor de manga, publicada a comienzos de los 90 de forma serializada y que ya llegó en su día a nuestro país. Por aquel entonces yo era un adolescente abducido por el cine y por un concepto muy limitado del mundo de la historieta: colecciones de superhéroes yanquis, algunos tebeos nacionales y poco más. Para mí, el cómic japonés se reducía a tres nombres: Osamu Tezuka, el maestro indiscutible; Akira Toriyama, que había abierto las puertas a la invasión oriental con el éxito arrollador de Dragon Ball; y Katsuhiro Otomo, que había revolucionado el medio con Akira, y con el que curiosamente Satoshi Kon colaboraría en un par de ocasiones. Y apenas había leído a ninguno de los tres, mucho menos al autor que hoy nos ocupa.

En realidad, no sería hasta algunos años más tarde que oí hablar de Satoshi Kon por vez primera, cuando leí algunas de las estupendas críticas que había recibido el largometraje de animación con el que debutaba como cineasta: Perfect Blue. Un film que la crítica emparentaba con un mundo tan aparentemente lejano de los dibujos animados, al menos para los cortos de miras como era un servidor por aquella época, como el cine de terror y las cintas de Dario Argento. Tardé bastante en poder ver la película, repleta de una violencia explícita sorprendente para el espectador medio dentro de las coordenadas de la animación, y pese a las elevadas expectativas no me defraudó. Tiempo después vería otro de sus aplaudidos filmes, Millennium Actress, que suponía un giro radical hacia el melodrama pero que también dejó boquiabiertos a los críticos de todo el mundo. Por supuesto, yo seguía sin leer ningún manga del autor.

Y llegamos a la edición del Festival de Cine de Sitges de 2006, que tuve el privilegio de cubrir para este periódico que están leyendo ahora. Al evento acudía Satoshi Kon con su nueva película bajo el brazo: Paprika era un delirio de factura apabullante que desbordaba creatividad y que mezclaba realidad y fantasía a partir de una propuesta muy similar a la que años después exploraría Christopher Nolan en Origen. Vi la película, pero fascinado con otras de las estrellas que visitaron el certamen -como Darren Aronofksy, Joe Dante, Terry Gilliam, Alejandro Jodorowsky, Paul Verhoeven o su compatriota Kiyoshi Kurosawa (casi nada, oigan)-, no me paré a reflexionar en la presencia del mangaka. Quizá me lo encontré en alguna ocasión en la recepción del hotel, me senté muy cerca de él en alguna de las salas de proyección o nos cruzamos paseando por la playa de Sitges. Quién sabe. Por lo demás, seguía sin leer ningún cómic suyo.

Cuatro años después, un cáncer de páncreas acababa con la vida de Satoshi Kon a la temprana edad de 46 años. Todavía tendría que esperar tres más para que la publicación de las Historias cortas de Satoshi Kon primero y una oportuna reedición de la citada Regreso al mar después pusieran en mis manos la oportunidad de pagar la deuda que sin ser plenamente consciente había contraído tiempo atrás con un autor que se definió a sí mismo como "una persona con una alarmante falta de perseverancia, incapaz de permanecer quieto en el mismo sitio durante mucho tiempo". Yo tampoco soy muy perseverante que digamos, pero al final he conseguido leer un par de libros suyos, muy buenos ambos. Háganme el favor de no tardar tanto como yo en descubrirlo.

Regreso al mar e Historias cortas de Satoshi Kon están editados por Planeta de Agostini.

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