Cartas al Director

Señor, edúcalos, que no saben lo que hacen

Declaraciones parecidas al título de este escrito realizaba el párroco de Las Virtudes tras los hechos ocurridos la noche del día 19 al 20, cuando unos jóvenes de “corta edad” se dedicaron a divertirse y a pasar la noche a costa del patrimonio artístico municipal (la cruz del Santuario). Evidentemente, las palabras dichas por el sacerdote contenían el tono religioso que otorga la palabra “perdón”.
Sin embargo, no creo que el mismo “perdón” pidieran los dueños de los coches quemados en la urbanización San Antón, el director de las Carmelitas al ver su seto en llamas o los miembros del cuerpo de bomberos al tener que ir a socorrer estos incendios provocados por el gamberrismo y el aburrimiento de los chavales. Ni tampoco los padres de los niños acosados al tener que pagar un psicólogo infantil. Seguramente alguno de ellos más que perdonarles se acordaría del día en que su madre lo trajo a este mundo.

Ahora, una vez identificados los autores por sus propios padres, ¿les aplicarán un severo castigo? ¿Les tocará pagar los destrozos a sus padres? ¿Tendrán que ir a un correccional por destrozar una obra del patrimonio artístico municipal? Probables o menos probables (sobre todo la última), ninguna de estas fórmulas evitará que si no ellos, y permítanme generalizar, chavales de la misma o peor calaña sigan protagonizando estos actos. Quizás lo más conveniente para estos casos sea el “castigo social”, como los que imponía aquel juez de Granada. Si en lugar de dedicarse a ponerse hasta arriba de cubatas y porros (por no mentar sustancias peores) un viernes o un sábado por la noche, y en puro estado de embriaguez destrozar las propiedades ajenas, tuvieran que limpiar la basura que se origina por los botellones y desperdicios de sus semejantes, igual se lo pensarían dos veces antes de ponerse “valientes” otra vez.

Aunque, peor que atentar contra la propiedad privada, pública o cultural, es atentar contra la persona. Hace un par de años ya se escandalizó Villena cuando varios jóvenes pegaron y vejaron a un discapacitado. En los medios de comunicación vemos a diario incidentes similares en escuelas e institutos, últimamente con un denominador común: registrado en vídeo en un teléfono móvil. Y lo que es peor, en ocasiones y para “disfrute” del público, los videos son subidos a Internet como material cómico. Yo no le veo la gracia por ninguna parte.

Situaciones como ésta ponen de manifiesto dos cosas: Una, que la “Ley del Menor” es inútil y éstos se la pasan por la “Puerta de Alcalá”; y dos, que existe algún tipo de trastorno educativo en su sistema de valores. Ahora se escandaliza la gente cuando por TV no hacen más que verse nuevos casos de violencia y de acoso en las aulas. “¿Eso es lo que te enseñan en la escuela?” –dirá algún padre irresponsable que deja al crío a merced de la TV y los videojuegos. “¡Niño, tira a marear a tus padres!” –dice algún profesor sin vocación que esta ahí por el puesto de funcionario, el sueldo y las vacaciones de tres meses. Todo ello sin contar las innumerables situaciones de violencia y mala conducta que el niño puede visualizar en algunos medios de comunicación, que sólo buscan la venta, el morbo y el impacto del espectador.

Entre unos y otros la casa sin barrer, y mientras el Estado defendiendo sus derechos con una Ley del Menor en la que se aboga por la educación de la palabra y la sensatez moral del niño. Considero esta ley correcta desde el punto de vista legal y educativo, pero ni mucho menos es perfecta, sobre todo cuando culpa de los actos del niño a los responsables de su educación, sin pararse a pensar en el contexto en el cual se desarrolla la acción o dónde pudo haber aprendido esa conducta). Una ley con la que el menor puede pasarse de listo y cuando ve cómo sus educadores o tutores le levanta un poco la voz, le amenaza con denunciarlo a protección de menores y llevarlo a la cárcel.

En estos casos, las palabras se las lleva el viento, y un castigo ejemplar en el momento oportuno marca más en la actuación del chaval que una simple reprimenda y un “¡eso no se hace!”. Hasta no hace mucho tiempo aún se utilizaba la senda del respeto y la buena educación, camino que se está perdiendo por la libertad de actuación y por una sociedad donde la TV se sitúa como madre y educadora, cuando este papel lo perdió realmente hace mucho tiempo.

Fdo.: Fran Estevan

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