Shin tzu o no shin tzu: esa es la cuestión
Abandonad toda esperanza, salmo 354º
El objetivo de una frase promocional es llevar a cuantos más espectadores sea posible a pasar por taquilla. Ahí van dos recientes: "La D es muda. La venganza no lo será" (Django desencadenado) y "La ley tiene límites. Él no los conoce" (Jack Reacher). Ahí va otra, que llega hoy a los cines: "Nadie volverá a llevarse un Shin Tzu". Un shin tzu es una raza de perro de origen chino; pequeño y peludo, adorable o detestable según gustos. Esta es la curiosa leyenda promocional de Siete psicópatas, de la que se ha dicho que es una de las cintas más originales de los últimos años (lo que quizá sea verdad) y que se sitúa en la estela de Quentin Tarantino... como si cada film con personajes que hablan tanto como disparan ya se pareciera solo por eso a lo que hace el director de Pulp Fiction. Para mí, que me gusta bastante lo que hace este y mucho menos lo que hacen todos los que vinieron después, esta comparación no es ningún aval, muy al contrario; así que me dispuse a ver la película de Martin McDonagh (que se parece una barbaridad a Sting, lo cual no es bueno o malo per se) con bastante reticencia. Para mi sorpresa, poco tiene que ver con Tarantino: el guion de McDonagh se parece mucho más a los de Charlie Kaufman, que en Cómo ser John Malkovich, Adaptation u ¡Olvídate de mí! ha construido un discurso de lo más coherente acerca de la metarreferencialidad, la ficción que se contempla a sí misma. Aquí nos encontramos con Colin Farrell encarnando a un guionista llamado Marty (como el director), irlandés y bebedor (como Colin Farrell), que está escribiendo un libreto titulado, por supuesto, Siete psicópatas, pero que padece un bloqueo creativo del que solo podrá salir viéndose inmerso en una trama criminal de consecuencias imprevisibles. Lo mejor de la cinta es también lo peor: se agradece que no sea solo más de lo mismo, pero nos descoloca tan a menudo que se puede tener la molesta sensación de no saber qué se nos pretende contar exactamente. Sea como sea, la propuesta no carece de interés y solo por las pequeñas historias dentro del relato principal (las protagonizadas por Harry Dean Stanton y Tom Waits no tienen precio), ya vale la pena verla.
Por su parte, Gangster Squad tiene poco o nada que ver con la anterior, aparte de ser como aquel un film policíaco repleto de rostros reconocibles. Y es que el realizador de Bienvenidos a Zombieland, Ruben Fleischer, apuesta precisamente por todo lo contrario: el suyo es un relato retro a lo Chinatown o L.A. Confidential (esto es, hecho hoy pero ambientado en la época dorada del género: los años 40 y 50) que tiene por objetivo primordial dar al espectador lo que quiere y cómo lo quiere en cada momento. La historia la hemos visto docenas de veces: la ciudad está bajo el yugo de un gángster y solo una brigada de policías que actuarán casi al margen de la ley será capaz de arrebatársela; hay polis honestos, jueces corruptos, tiroteos, apuestas ilegales y locales de prostitución. Y no es difícil ver el film como un remedo de Los intocables de Elliot Ness dirigido por un joven realizador que ha tomado nota de otros géneros y que convierte al reclutamiento de sus intocables en una mezcla de Doce del patíbulo y Los Vengadores. Más de lo mismo pues, incluyendo a actores de elección previsible como Josh Brolin (el héroe por convicción), Ryan Gosling (el antihéroe redimido por amor) o un Sean Penn hiperbólico como el mafioso (real) Mickey Cohen. Pero todo está tan bien orquestado que la película se disfruta como pocas, y en ese aspecto gana por goleada a Siete psicópatas. Ah, y su frase promocional es: "Sin nombres. Sin placas. Sin piedad". También sin shin tzus.
Siete psicópatas y Gangster Squad (Brigada de élite) se proyectan en cines de toda España.