Siniestra incoherencia
Escenario: la Sala Ginebrina de los Derechos Humanos de la ONU. El marco: un congreso contra la pena de muerte. Jueves, 25 de febrero de 2010. El mismo día en que desde Ginebra el presidente del Gobierno realizaba un encendido alegato contra la pena de muerte y sentenciaba que nadie tiene derecho a arrebatar la vida de otro ser humano, absolutamente nadie. Nuestro éxito será el éxito de los Derechos Humanos, el éxito de la dignidad de las personas, de la protección de la vida y el éxito de los Estados que respeten hasta el último instante la vida de todos y cada uno de sus ciudadanos, la número tres de su partido, la Secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, organizaba una siniestra y grotesca fiesta pro-abortista en el Senado, cuyo Pleno dio luz verde definitiva al proyecto elaborado por el Gobierno para habilitar una Ley de Plazos que despenaliza el aborto en España hasta la semana 14 de gestación.
Lo ocurrido en el Senado fue una operación de ingeniería política. Los socialistas lo tenían todo atado y preparado. Habían cerrado acuerdos con Entesa Catalana de Progrés (PSC, ERC, ICV), PNV, BNG, PSM-EN y tres senadores de Convergencia. Para ellos, era vital que la reforma de Aído no retornara al Congreso. Por ello cuajaron alianzas y consiguieron apoyos para superar los tres vetos presentados por PP, UPN y Unió.
Cuando tuvieron asegurada la victoria, ultimaron la escenografía: eligieron a Leire Pajín, considerando que era una ocasión de lucimiento para su Secretaria de Organización en su debut desde la tribuna y en su estreno como oradora. Bibiana Aído brindó por una ley que dijo otorga seguridad, garantías y dignidad a quien decida deshacerse de su hijo. Pañuelos y bufandas respondían desde el fondo (a donde se invitó a una treintena de feministas y abortistas, las cuales coparon las plazas reservadas para los invitados) al esperpento montado en la tribuna alrededor de un crimen convertido en argumento festivo.
Sobran las evidencias científicas de que cada feto, cada embrión, es ya una vida humana. Podemos quedarnos indiferentes. La Historia nos juzgará como la civilización abortista. Es una cuestión que va más allá de cualquier opinión política o religiosa. Considerar el aborto como un derecho es un retroceso moral de tal calibre, que no es una exageración calificarlo como el hecho más degradante, en el terreno de los valores, desde el arranque de la democracia.
Sin embargo, todavía se puede y se tiene que hacer muchísimo, de trabajo y de concienciación. Hay que atreverse a decir la verdad, que el aborto es un instrumento que significa la antítesis de la dignidad de la persona. Este es el comienzo de una carrera de fondo que ya no tiene vuelta atrás. Se trata de ir avanzando poco a poco. El Gobierno se presenta como un rodillo imparable. Creen que, una vez que hay ley, se acabó la resistencia. Por ello hay más motivos que nunca para continuar en la lucha. Los pro-vida han conquistado la calle y en ella deben permanecer. Ahora no vale rendirse. De entrada, hay que presionar a todos los políticos para conseguir que la ley sea derogada. Más que nunca cobra actualidad el No tengáis miedo de Juan Pablo II.