Sobre el pobre Bidi
El 14 de agosto de 1956 el mundo perdió a uno de sus grandes dramaturgos: Bertolt Brecht, a quien cariñosamente le llamaban Bidi, a quien se remite el título del poema que encabeza estos Días Felices. Sólo unos pasos separan su tumba de las de sus admirados filósofos Fichte y Hegel en el cementerio que eligió para su descanso; de hecho desde su ventana en la calle Chausseestrasse pudo ver durante sus últimos días aquel cementerio municipal de Dorotheen antes de sufrir una terrible parada cardiaca. Su vida, inscrita en la Alemania de la Segunda Guerra, fue un constante viaje huyendo del sus enemigos nacionalsocialistas hasta que al fin en 1949 regresara a Weissensee, donde fuera director del Deuthsches Theater hasta que fundara junto a su amada actriz H. Weigel el prestigioso Berliner Ensemble.
El joven Bert fue desde sus inicios como crítico teatral un personaje polémico, pensaba que el teatro necesitaba una reforma, necesitaba contar lo que ocurría en su propio tiempo. Los personajes deben asumir su clase social, de este modo el escenario comenzó a llenarse de gente de la calle, de empresarios, de indigentes; personajes alejados de los dramas con protagonistas aristócratas o de tragedias de palacio. Su idea de crear un nuevo teatro al que llamó para diferenciarlo taetro como respuesta a la exclamación: eso no es teatro tomaría forma a raíz de varias cuestiones: en primer lugar debía seguir un proceso dialéctico que condujera a los espectadores hacia una meta, para ello el espectador debía separase emocionalmente de aquello que contemplaba. Su propuesta para evitar la identificación entre espectadores y personajes fue la técnica del distanciamiento o extrañamiento: mediante carteles, canciones, parlamentos dirigidos al público, se rompía el estado hipnótico de quien contempla el drama y se le hace ser consciente de que está presenciando un artificio. Sólo de este modo el espectador puede distanciarse de sus sentimientos y seguir el razonamiento de la trama y sus conclusiones. En segundo lugar, entendía que el arte debe entretener, divertir, pero desde un plano que no abandone su capacidad de transmitir mensajes éticos y sociales. Con la creación del teatro épico, Brecht nos presenta personajes que son arquetipos, que asumen de forma explícita determinadas actitudes o posturas, con el fin de que el público pueda juzgar su comportamiento.
Entre sus obras más conocidas se encuentran Santa Juana de los Mataderos o La ópera de los tres peniques, donde aparece el personaje Makie Messer (Maki Navaja) que recuperaría en su versión de cómic el desaparecido Ivá. Como cierre, esperando haber llamado su atención sobre este genio, les dejo con una de sus frases: Si la gente quiere ver sólo las cosas que pueden entender, no tendrían que ir al teatro: tendrían que ir al baño.