Cultura

Sobre la juventud

Fue la semana pasada en el pub Dolce Vita, el jueves por la noche. Pese a la presencia de Pablo del Mundillo en el Colosseo, decidí acudir a la cita (sabia decisión, concluí más tarde cuando me encontré con la actuación del Colo apenas comenzada). Al entrar al Dolce no encontré lo que esperaba, no sé por qué pero pensaba que se trataba de un concierto de hip hop, incluso pensé que tendría la oportunidad de escuchar a DK por primera vez –por voluntad propia, para que no se adjudique el punto el Observador, pero también un poco por él, para no dejarlo fuera del asunto digo–.
Lo que encontré allí fue un grupo de jóvenes de Villena y alrededores haciendo acrobacias al ritmo de la música, bailando lo que antes era break dance (y ahora creo también). Jóvenes que rondaban los 16 años realizando coreografías que se componían saltos, giros, posturas en equilibrio y piruetas dignos de acróbatas o atletas, y todo ello al ritmo de bases musicales de hip hop. Una de las preguntas que andaba en boca del público asistente fue la referida a cómo y dónde había aprendido semejante grupo la variedad de movimientos que exhibían. La respuesta llegó, al menos a mí de segundas, en boca de una madre que contaba su estrategia para apoyar la afición de su hijo y sus amigos, y no era otra que vaciar el salón de muebles y dejarles ver en la televisión los vídeos que ellos llevaban y de donde el grupo intentaba realizar las partes que les parecían más interesantes de las coreografías.

Dando por obvio el aplauso a la actuación del grupo una vez concluyeron, me acerqué a mi amiga Ana y le comenté en tono de sorna que la afición de estos jóvenes dejaba fuera de duda su asistencia a los botellones, ya que con los saltos y posturas de sus bailes cualquier bebida sería automáticamente expulsada. Comentario que me hizo recapacitar acerca de los espacios y alternativas que se ofrecen a la juventud. Me hace pensar que muchas veces ofrecemos por nuestra cuenta sin preguntar y que muchas más coartamos las iniciativas que la juventud muestra. No es sencillo. En muchos casos incluso intentar “institucionalizar” aquellas inclinaciones que observamos sobresalientes en cierta generación, lleva a la repulsa de la actividad o al enérgico rechazo de propuestas que no se ajustan más que en forma a la iniciativa. Y no me gustaría cerrar el asunto sin poner sobre la mesa un asunto que se ha desarrollado y que aparece en gran medida vinculado a la reflexión: Carmen Calvo y sus medidas con la industria cinematográfica. Medidas ante las que se han revelado muchas agrupaciones, entre ellas la de actores y actrices, quienes han sido obviados pese a ser parte ineludible del conflicto.

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