Cartas al Director

Sobre la Ley del Aborto (carta al director)

Yo no soy un proabortista. No soy un proabortista porque jamás me alegraría ante unas cifras altas de abortos practicados, ni en mi futuro desempeño de la Medicina propondría a una embarazada que abortara si no se lo ha planteado ni existe un riesgo superior al de un embarazo normal, tanto para la madre como para el no nacido. Tampoco creo que lo sean las plataformas a favor del aborto libre y gratuito.
Es realmente curioso que el Gobierno Español nos repita monotemáticamente que nos tenemos que parecer al resto de Europa, que debemos acercarnos a las políticas económicas y derechos laborales del resto de la UE. Sin embargo, esta nueva ley del aborto nos acerca mucho más a países como Arabia Saudí o Qatar que a países de nuestro entorno, como Gran Bretaña o Francia, tal y como ha criticado recientemente la ministra de Igualdad de este último país, Najat Vallaud-Belkacem.

Si queremos reducir las tasas de aborto al año, en España, dato que escandaliza tanto al Gobierno Español como a las plataformas pro-vida, se deben llevar a cabo políticas encaminadas a la educación sexual de nuestros jóvenes, a la llegada de anticonceptivos a las poblaciones jóvenes a un precio más reducido o gratuito, y sobre todo, la creación de medidas encaminadas a ayudar a parejas, o mujeres solteras, que sí desean tener descendencia pero no se lo permite la actual situación económica.

Y esto no es un comentario al uso. El perfil de la mujer que aborta, en estos momentos, no es la adolescente descuidada ni la chica promiscua que tanto molesta a los sectores conservadores. El perfil medio es una mujer de edad media, casada o con pareja, con hijos, y que llega a fin de mes con suerte, y a veces ni eso. Una mujer para la cual un nuevo hijo sería el paso hacia la pobreza.

Mientras las medidas no vayan encaminadas en este camino, la tasa de abortos no descenderá. Sin embargo, la seguridad y el anonimato que proporcionaba la antigua ley se perderán. Las mujeres con posibilidades económicas, tal como en un episodio de “Cuéntame”, volviendo a viajar a Londres. Las que no tengan esta suerte se tendrán que conformar con abortistas ilegales, sin las mínimas condiciones antisépticas, que les dejarán indefensas ante cualquier proceso infeccioso o ante cualquier hemorragia inesperada. En resumen, les dejarán en un estado de indefensión que ningún país “supuestamente” del primer mundo debería permitir.

Decía José Mujica, presidente de Uruguay, en una entrevista reciente a RTVE: “La cosa es sencilla y de sentido común, creo que nadie puede estar a favor del aborto, como cuestión de principios, pero hay un cuadro de mujeres en toda la sociedad que se ven en la amargura de tomar esa decisión, contra viento y marea, porque la familia no lo entiende, por soledad, por avatares de la vida. Y ese mundo vive en la clandestinidad, y la explotan, y se juegan la vida. Y toman decisiones más allá de las discusiones de principios que puedan tener los políticos o los filósofos. Y ahí hay vidas que se pierden. Yo creo que reconocer la existencia de ese hecho, ponerlo arriba de la mesa, legalizándolo, nos da la oportunidad de poder obrar persuasivamente sobre la decisión de esa mujer. Y si hay una cuestión económica, una cuestión de soledad, una cuestión de angustia, los hechos demuestran que muchas mujeres retroceden, y se pueden salvar más vidas. Lo otro es dejarlas aisladas en el medio de su drama. Me parece que es hipócrita. Tenemos que hacernos cargo, y tratar de salvar la mayor cantidad de vidas posibles. No puedo discutir esto como cuestión de principios, lo discuto como una realidad”.

Esta ley del Aborto es una imposición de unos pocos con una concepción del ser humano cristiana, ante otros con una concepción del ser humano filosófica. Un Gobierno que realmente gobierna para todos, debería recular inmediatamente y evitar esta orgía eclesiástica que evitará que las mujeres puedan decidir por sí mismas cuándo, cómo y si quieren ser madres. En un país supuestamente aconfesional (aunque en el último “Salvados” pudimos comprobar que no es así), no se puede permitir que los deseos de unos pocos acaben afectando a toda la población. Y acabo con un tweet que leí recientemente: “Todo lo queréis privado, pero la deuda y nuestros úteros públicos”.

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