Soy un hombre tímido, pero en el tanatorio no me resulta difícil conocer gente nueva
Un par de veces por semana paso un día y una noche en el tanatorio. Hablo con la gente y trato de proporcionarles un poco de paz para hacerles más llevadero un momento tan delicado. Después, a pesar de haber pasado la noche en vela y sentirme cansado, me suelo sentar en la pequeña cafetería del tanatorio a saborear un café de máquina malo y criminal como una mala esquela y espero que amanezca.
Somos amigos y sabes que en mi vida diaria me siento una persona intimidada y confusa, lo que me lleva a tener una actitud retraída, pero en el tanatorio no me resulta difícil acercarme a gente que no conozco y establecer contacto, sobre todo con las mujeres. Ellas son más abiertas a expresar sus sentimientos y más receptivas a recibir sincero consuelo. Me dedico a hacer esto por convicción, pero reconozco que también porque siento una gran debilidad por las mujeres afligidas que sufren. Te lo cuento porque creo sinceramente que una mujer afligida que sufre es una maravilla de la biología. Una mujer afligida que sufre representa un conjunto de valores de la especie humana que me conmueve de manera extraordinaria, casi adictiva. La carne de una mujer afligida que sufre tiembla con un pálpito especial, y su mente se pregunta cosas y recorre caminos afectivos oscuros e intrincados, y se siente indefensa y turbada y en cierto modo llena de rabia, y reencarna de forma inocente el primer rayo de transcendencia que los animales salvajes que un día fuimos sintieron ante el amanecer de su nebulosa autoconciencia. [P.] Si te suena un poco rebuscado es porque quizá no tienes la suficiente sensibilidad para entenderlo. Tienes prejuicios acerca de la verdadera naturaleza de la bondad. Y está claro que el hecho de que el lugar sea el tanatorio te produce una opinión contradictoria, pero tienes que pensar sin miedo. Mira, antes de empezar a hacer esto, yo era infeliz, no encontraba mi ritmo en el mundo, tenía problemas para relacionarme. De acuerdo, puedo admitir que en cierto modo también soy egoísta y busco una forma de satisfacción personal, pero lo importante es el resultado, y generalmente el resultado es satisfactorio para las dos partes. [P.] Bueno, yo no diría de mí que soy un cazador de mujeres afligidas que sufren. Yo me considero un faro en medio de una tormenta existencial. La tormenta está ahí, no se le puede dar la espalda. Esas mujeres afligidas que sufren, especialmente las que sufren por la pérdida de sus jóvenes maridos, se ahogan en esa tormenta inesperada. Yo solamente trato de rescatarlas de ese abismo que las envuelve como una vertiginosa espiral succionadora. [P.] Evidentemente, cada situación es siempre diferente, porque el lugar y el momento son siempre especiales. Me dejo llevar por mi instinto y trato de reconducir el momento con mucho tacto. A mi modo hago el papel de un psicólogo de catástrofes, pero con objetivos todavía más amplios. [P.] Tú lo has dicho, no hay límites para dar amor y comprensión en momentos así. [P.] Como tú lo detallas suena un poco irrespetuoso, pero es cierto que un tanatorio tiene muchos rincones fascinantes donde dos personas pueden aislarse durante un breve pero intenso intervalo de tiempo. [P.] En eso tienes razón, nada puede llenar el vacío que deja una pérdida, pero tampoco lo pretendo. Yo simplemente las ayudo a que su instinto de supervivencia se ponga en marcha lo antes posible. [P.] Eres un bruto. Llamándome eso muestras muy poco respeto por los pobres maridos fallecidos.