Sumar para restar
No, no he olvidado la causa que me llevó a adjuntar, hace algunas semanas, al lado derecho de mi columna, un lazo negro para recordar que había muerto otra mujer a manos de un hombre (12 en 2009) que en la mayoría de los casos ha sido compañero de vida.
Reconozco con cierta amargura, pero no con sorpresa, que en su momento albergué alguna esperanza de colocar como trampolín esta iniciativa o que fuese contestada con aplauso, no para mí y sí para la razón de la misma, por esas asociaciones de mujeres tan beligerantes en legislaturas de otro color y ahora casi desaparecidas, o por ese silencioso y prácticamente inexistente Consejo Municipal para la Igualdad, pero no fue así, sólo a nivel personal recibí algún apoyo de mujeres vinculadas a los mismos, mucho ruido y pocas nueces.
Asumo que esta columna no es más que la estricta opinión de quien la firma, siendo consciente y teniendo asumida la responsabilidad y la solitaria lucha que significa, asumiendo igualmente con responsabilidad los comentarios que suscita y encajando con deportividad los reveses y evasiones, y por ello esta semana mis letras versarán de nuevo sobre esta desgracia social que padecemos todos, las que la sufren como víctimas directas, los familiares como subsidiarios de su lenta agonía y el resto como responsables de evitar en la medida de las posibilidades de cada cual que estas agresiones continúen, denunciando llegado el momento, aconsejando a la que sabemos que recibe los golpes y, como en el caso de Jesús Neira, y el de otros muchos, interviniendo directamente sobre la agresión.
La historia de este profesor universitario de Teoría del Estado, disciplina que circunstancialmente se incluye dentro del derecho público, que a su vez tiene como especialidad más relevante los derechos humanos, es un dato poco conocido pero que ahora, se convierte en especialmente relevante dado el cariz de los hechos y la resolución de los mismos, que no es otra que la vuelta a casa de este hombre, que tras 8 meses hospitalizado ha sido dado de alta afortunadamente, rubricando un final feliz a una historia conocida por todos: El catedrático madrileño interviene en la agresión que estaba sufriendo una mujer y como la violencia ciega la razón y estos delincuentes son dependientes de ella, al sentirse recriminado en su actitud sustituye en sus golpes a Neira por su novia, recibiendo este último un fuerte golpe en la cara que lo deja inconsciente en ese momento y en coma unos días después debido a una flagrante negligencia médica que nadie quiere recordar y a muchos les interesa que así sea, cargando sobre los ya hundidos hombros de esta lacra el fallo médico y haciendo con ello un flaco favor a la lucha que debemos mantener para no quedar impasibles ante una escena de parecido calibre.
Porque otros muchos, a rebufo del caso Neira, han dicho ¡yo también lo hice!, y el daño recibido no es ni de lejos comparable al infringido a este profesor, algún dedo dañado, algún puñetazo, veladas amenazas e insultos por doquier y eso es con lo que debemos de quedarnos, con los que suman respuestas para restar consecuencias, con esa actitud de ¡tengo que evitarlo!, con ese instinto de ayuda que aflora en momento extremos de auxilio a un ser humano, y que en este caso no nos puede dejar el amargo regusto de ocho meses de extrema gravedad que ha sido un cúmulo de adversas circunstancias, no podemos hacer real el dato ofrecido hace escasos días que cifraba en un 2% el nivel de importancia que los malos tratos a mujeres tienen para los españoles.
Teléfono de Atención a las Víctimas de la Violencia de Género: 016