Vuelvo de las vacaciones con algunos libros leídos que quiero recomendarles. Y de todos ellos, el que más he disfrutado es sin duda Meditaciones de cine, el esperadísimo primer libro de crítica cinematográfica escrito por Quentin Tarantino. Cualquiera que conozca de primera mano el cine del autor de Pulp Fiction, más aún si además ha visto algunas de las muchas entrevistas que ha concedido a lo largo del tiempo, sabrá que estamos ante uno de esos realizadores cinéfilos que empezaron amando el cine mucho antes de sujetar una cámara en sus manos. Para generaciones de aficionados anteriores, la figura del cineasta cinéfilo se veía representada principalmente por los miembros de la Nouvelle Vague francesa surgidos de la redacción de Cahiers du Cinéma, con François Truffaut a la cabeza; después serían su compatriota Bertrand Tavernier y el estadounidense Martin Scorsese quienes recogieron el testigo de representar a esta figura que no es tan habitual como podría suponerse. Pero para los que han comenzado a interesarse seriamente por el séptimo arte ya entrados en el siglo XXI, Tarantino es sin duda el epítome del director de cine que conoce muy bien la tradición en la que se ve inmerso y recurre a la obra de quienes le precedieron para modelarla y hacer de ella los cimientos sobre los que edificar la suya propia.
Por tanto, no es de extrañar que una vez ha encauzado su producción hacia el anunciado final de su carrera como realizador (o eso viene jurando y perjurando desde hace años), Tarantino se plantee la posibilidad de reciclarse en escritor. Con tal fin, decidió primero publicar Érase una vez en Hollywood, que más que una novelización del libreto de su película homónima supone una ampliación de su universo... como si de una novela ajena adaptada por él se tratase. Así, en sus páginas conoceremos con más profundidad a Rick Dalton y Cliff Booth, los personajes que encarnaron respectivamente Leonardo DiCaprio y muy especialmente Brad Pitt en la gran pantalla. Y destaco especialmente a este último porque la novela le da bastante cancha como para confirmar, homicidio de su esposa aparte, que el doble de acción de su colega, estrella del cine venida a menos, muy bien podría ser el verdadero protagonista de su historia compartida. En resumidas cuentas: estamos sin duda ante un debut literario a tener muy en cuenta.
En cuanto a Meditaciones de cine, lo primero que me llamó la atención de su edición española es que el diseño del lomo, grafías y colores incluidos, es idéntico al de Érase una vez en Hollywood. Al principio me pareció inadecuado, dado que esta es una novela y aquel pertenece al territorio de la no ficción. Pero después, reflexionando sobre la cuestión, me pareció de lo más apropiado: para Tarantino, una cosa y la otra son lo mismo cuando nos movemos dentro de las fronteras de la cinefilia. Sin ir más lejos, recordemos la reescritura del trágico destino final de Sharon Tate que hace de su último -y en ese sentido felliniano- largometraje hasta la fecha, tal y como ya dije en su momento, el particular Amarcord de este verborreico cineasta. Por cierto: que ambas obras acaben publicadas bajo el sello de Reservoir Books, bautizado hace décadas con un homenaje al film Reservoir Dogs con el que Tarantino debutó como realizador a comienzos de los noventa, me parece un ejercicio de justicia poética.
Entrando ya en el material que incluye este Meditaciones de cine, que es tanto crítica cinematográfica puramente dicha como unas memorias sentimentales sobre la relación emocional que su protagonista mantiene con el cine desde la infancia, cabe destacar el particular protagonismo de la figura del guionista y director Paul Schrader y su deuda confesa con Centauros del desierto de John Ford, clásico del wéstern que aquel reescribe en al menos tres ocasiones: no solo en las más conocidas Taxi Driver y Hardcore: un mundo oculto, sino también en la cinta de culto -sobre todo desde que el mismo Tarantino viene reivindicándola allá donde le dejan- El ex-preso de Corea. También escribe, siempre de forma brillante, sobre otras de sus películas favoritas, como Bullitt, La huida, La organización criminal o Fuga de Alcatraz; o sobre filmes que por una razón u otra le han llamado la atención, y que conforman una nómina como poco sorprendente: quizá no epate tanto el concurso de Deliverance de John Boorman o Hermanas de su admiradísimo Brian De Palma, pero títulos como La cocina del infierno (debut de Sylvester Stallone en la dirección), La casa de los horrores o Una señorita rebelde resultan bastante más inesperados.
Como ejemplo de que la forma de acercarse a estas películas es muy poco convencional, baste señalar que su aproximación a la cinta de Peter Bogdanovich -otro cineasta que también fue crítico, por cierto- se centra, más que en su condición de adaptación de la novela Daisy Miller de Henry James, en el ejercicio del actor Barry Brown, del que nadie parece acordarse ya y del que Tarantino destaca su hoy ignota labor como escritor cinematográfico... incluyendo de forma íntegra una extensa nota sobre los últimos días del actor Bela Lugosi. En definitiva: estas Meditaciones de cine son una auténtica delicia no ya solo para los admiradores de Tarantino, sino para cualquier aficionado que busque otras miradas discordantes a propósito de un buen puñado de títulos a los que aquí se les da una vuelta de tuerca, lo cual permite verlos con otros ojos. Y ese y no otro es, a mi parecer, el principal cometido de la crítica cinematográfica.
Y sin dejar de hablar de nuestro protagonista, aunque aquí pasa de ser sujeto activo a objeto pasivo, les recomiendo también un libro a medio camino entre el cómic y el álbum ilustrado: Quentin por Tarantino es una suerte de ensayo cinematográfico en viñetas y homenaje gráfico al legado del autor de Los odiosos ocho: en sus páginas, el autor que firma como Amazing Améziane repasa la vida y milagros de este controvertido realizador desde sus mismos comienzos hasta llegar al presente de una forma tan desenfadada como brillante, mediante un recorrido biográfico con saltos adelante y atrás en el tiempo (como en una película de Tarantino, vaya) a lo largo del cual el lector asiste a sus años como dependiente de videoclub, sus primeros pasos como realizador con el malogrado El cumpleaños de mi mejor amigo, su polémica Palma de Oro en Cannes, sus encuentros y desencuentros dentro de la industria del cine, sus cómplices habituales delante y detrás de las cámaras y muy especialmente su cinefilia.
Es precisamente la condición de cinéfilo de Tarantino, insisto, la que le convierte en algo muy distinto de un mero artesano de la realización cinematográfica: no en vano, son sus filias y sus fobias particulares las que le han llevado a llenar su cine de multitud de referencias, homenajes y citas que remiten a la obra de otros muchos realizadores, muchos pertenecientes al territorio del cine popular, de culto y de serie B; y algunos de los cuales están bien presentes en el citado Meditaciones de cine. Así pues, y para concluir, insisto en que las tres recomendaciones de hoy son magníficas y por tanto les recomiendo encarecidamente que se hagan con ellas si son aficionados al cine. En cuanto a los admiradores incondicionales de Quentin Tarantino, no hace falta que les diga nada porque ya se venden solas.
Érase una vez en Hollywood y Meditaciones de cine están editados por Reservoir Books; Quentin por Tarantino está editado por Ma Non Troppo.