Te quiero Tete, estés donde estés
Joaquín Sabina compuso una canción a la que tituló: "Quien me ha robado el mes de abril?" Yo, sinceramente y desde el fondo de mi corazón, hubiera deseado que me hubieran robado el mes de marzo. Os preguntareis ¿por qué? Pues porque este mes que se me está haciendo eterno se ha marchado para siempre mi hermano Salva. El maldito cáncer le ha arrebatado de golpe 36 años de vida. Los daños colaterales son inmensos. Deja mujer y dos querubines, Javier de cinco años y Emma, que este mes cumplirá un añito.
La vida es injusta, y sí, está claro que unas veces te da y otras te quita, pero la pregunta que recorre mi cerebro sin respuesta es: ¿por qué a él? Con tanto maleante por la calle y le ha tocado a él. Tu corazón dejó de latir y ahora se ha convertido en una estrella que hace que brille más si cabe el firmamento. Fuiste un gran hermano, mejor marido y excelente padre, y por eso me siento orgulloso de ti, no sólo por lo citado anteriormente, sino por cómo has sabido llevar la enfermedad, conociendo que el destino te había señalado y que no había escapatoria posible.
Te has marchado, sí, lo has hecho, pero seguirás estando en mis pensamientos, en mi corazón y en el de toda esa familia y amigos que te dijeron adiós. Fuiste capaz de que 8.500 almas guardaran silencio antes del Hércules-Guadalajara. Allí estaba yo, junto a tu cuñado, tu sobrino y una representación de tus amigos. En el Fondo Norte, donde solías estar. Y qué mejor regalo que un cinco a cero. Pero ahí no queda todo. Por la mañana, tu sobrino, mi hijo, marcaba un gol con su colegio en la liga de alevines y te lo dedicó. Estaba loco por marcar y mirar al cielo, buscándote y apuntó con dos dedos tu ubicación.
He esperado unos días para escribir esto, ya que todavía no lo había asimilado. Esta mañana, jugando con Pablo al fútbol me he quedado helado, ya que he visto a un chico que de perfil y de espaldas era como tu. Hasta tu sobrino se ha dado cuenta.
Ahora que tus cenizas descansan junto a las raíces de una Jacaranda que crecerá regada por los sentimientos de los que te queremos, he querido rendirte este pequeño homenaje, y dar a conocer a la gente que no tenía la oportunidad de haberse cruzado en tu camino, cómo eras.
Recuerdo que de pequeño no te despegabas de mí. Tenía que mentirte muchas veces para que no te vinieras conmigo, pero al final me sentía culpable y te dejaba que me acompañaras.
Hemos compartido equipo de fútbol sala, fiestas, etcétera. Sin darnos cuenta, y por arte de birlibirloque estabas casado con una excelente mujer, guapísima y con dos criaturas la cual más bella. Pero esa "puta" enfermedad se cruzó en tu camino y te marchaste en paz, sin sufrir y habiéndote despedido de cada uno de nosotros. Hoy, día del padre, me he dado cuenta de la importancia del siempre denominado cabeza de familia. Sé que te habría gustado estar aquí, junto a tus hijos. Y lo has estado, no físicamente, pero sí espiritualmente.
En estos casos se suele apostillar que "la vida sigue", sí, pero sin tu presencia. No obstante, tete, no te preocupes. Tu mujer y tus hijos están en buenas manos. Ahí estaremos nosotros, la familia de tu mujer, tus amigos, todos para remar en la misma dirección y echar una mano en todo lo que sea necesario. Me despido, tete. No digo adiós, digo hasta luego, porque en estos momentos estoy mirando al cielo y veo una estrella brillar. Sé que eres tú. Para acabar, me gustaría hacerlo con unos versos de Sabina (ya sé que tu eras más de Extremoduro), que dicen así:
"Este adiós no maquilla un hasta luego. Este nunca no esconde un ojalá. Estas cenizas no juegan con fuego. Este ciego no mira para atrás. Este notario firma lo que escribo. Esta letra no la protestaré. Ahórrate el acuse de recibo. Estas vísperas son las de después. A este ruido tan huérfano de padre no voy a permitir que taladre un corazón podrido de latir. Por mucho que me hago a la idea, estos ojos siguen llorando por ti".