#TerrorDescafeinado
Abandonad toda esperanza, salmo 480º
Para Davinia, fan de hoy del terror de antes
Vuelvo del paréntesis festero de la semana pasada con una triste noticia para los amantes del cine fantástico: Wes Craven, uno de los más importantes realizadores de películas de terror durante el último medio siglo, ha fallecido a la edad de 76 años víctima de un tumor cerebral. El cineasta, único en la historia del género que podía presumir de haberlo revolucionado en tres ocasiones en otras tantas décadas consecutivas, todavía estaba en activo: acababa de ejercer de productor ejecutivo de la primera temporada de Scream, serie de televisión nacida a rebufo de la saga cinematográfica de idéntico título compuesta por cuatro películas dirigidas todas por él mismo. Durante estos últimos días de vacaciones he podido terminar de ver la serie, no ya como homenaje (porque empecé a verla antes de que se produjera el deceso) pero sí con el regusto amargo de saber que su principal impulsor ya no podrá ofrecernos nuevos ejemplos de su manera de entender el horror. ¿El veredicto? Pues que al margen de algún momento aislado -el mejor, el homenaje a Pulp Fiction del penúltimo episodio, dirigido además por el interesante Ti West-, tengo la sensación de que me estoy haciendo mayor y ya no formo parte del target principal de la serie (por mucho que me pese), y que debido a ello las relaciones amistosas y las intrigas románticas de sus jóvenes protagonistas me la traían al pairo. Si a esto añadimos que la lectura metarreferencial ya no me sorprende como antes y que, a diferencia de las películas -donde Craven y el guionista Kevin Williamson conseguían mantenerme intrigado acerca de quién se escondía en cada ocasión tras la máscara del asesino-, aquí adiviné la identidad del nuevo Ghostface a las primeras de cambio, apaga y vámonos. Por no mencionar que los que pertenecemos a otra generación no estamos acostumbrados a un aluvión tal de anuncios sobreimpresos, que informan de la posibilidad de volver a escuchar online cada tema musical que suena en la serie (y no son pocos), y de hashtags y sus almohadillas correspondientes que permiten comentar en vivo y en directo las escenas más interesantes de la historia. Qué quieren que les diga: que en un momento crucial del relato aparezca en la esquina inferior izquierda de la pantalla el rostro de Miley Cyrus haciendo burlas con la lengua para recordarnos la proximidad de un evento musical o no sé qué gaitas, a mí me saca de la historia. Y también de mis casillas.
Lo que sí he hecho a modo de homenaje privado, mientras muchos de ustedes andarían liados con nuestras Fiestas de Moros y Cristianos, ha sido revisar de principio a fin la saga Pesadilla en Elm Street, aunque el malogrado Craven se limitara a concebir y dirigir la primera entrega y a colaborar en el guion de la tercera... Dos cintas que, dudo que por casualidad, son las mejores de las siete que componen la serie. Sobre todo la primera, de la que he perdido la cuenta de las veces que la he visto ya, y que aunque ya no ejerce en mí la fascinación de antaño, se mantiene como un ejercicio de suspense y terror en clave fantástica repleto de ideas espléndidas y momentos memorables. Sí es verdad que las secuelas que vinieron después malograron, en buena medida, algunos de los principales aciertos del film original y redujeron su carga terrorífica, pero todavía hoy resultan entretenidas de ver gracias al buen hacer de algunos de sus actores, con Robert Englund en la piel (quemada) del inolvidable Freddy Krueger a la cabeza, y a las posibilidades que surgen de la (con)fusión de lo real y lo onírico, contribución principal de la saga al imaginario del género.
Esta revisión de Pesadilla en Elm Street, claro, ha sido en casa y en formato digital. Si hablamos de cine de estreno, les diré que pocos títulos de interés ha dado la cartelera estival más allá de los ya comentados en semanas anteriores. Menos aún, teniendo en cuenta el mestizaje con otros géneros de Extinction y Lo que hacemos en las sombras, el cine de terror puro y duro, del que no se estrena nada verdaderamente memorable desde esa obra maestra que es It Follows. Por ello, y a la espera de lo que tenga que decirnos precisamente hoy M. Night Shyamalan con el estreno de La visita (que esperamos se parezca más a El sexto sentido y El bosque que a La joven del agua y Airbender), quizá la única cinta potable -que no excelente- de este verano ha sido Eliminado, sobre todo por lo inusual del proyecto: contar la historia de la venganza que un ente sobrenatural ejerce sobre un grupo de jóvenes a partir de un suicidio provocado por la difusión viral de un vídeo vergonzante -una premisa, dicho sea de paso, bastante similar a la de la serie Scream- haciendo del interfaz de Skype y las videollamadas entre sus protagonistas un único plano secuencia (algo similar a lo que ya hiciera antes Nacho Vigalondo con Open Windows, por cierto). Un tour de force este del que el director Levan Gabriadze sale bastante airoso, reflexionando de paso sobre las relaciones interpersonales y un tema de dolorosa actualidad como el ciberacoso... aunque la sensación que queda, al menos en lo que a la evolución del cine de terror se refiere, es que para este viaje no hacían falta tantas alforjas. O eso o que, como les decía, me estoy haciendo mayor.
Eliminado se proyecta en cines de toda España.