Terrores nocturnos
Abandonad toda esperanza, salmo 450º
Si hay un género cinematográfico al que sus seguidores permanecen fieles hasta el último aliento por más que les decepcione una y otra vez, ese es el terror: año tras año, los aficionados buscan -buscamos- en la cosecha de la temporada esa joya que nos reconcilie con el mismo y nos haga olvidar el cúmulo de decepciones que por lo general inundan la cartelera; películas miméticas que solo ofrecen más de lo mismo y donde el ansiado escalofrío pronto es dejado de lado en beneficio de la indiferencia, cuando no del tedio más aborrecible.
Desde luego, la obra maestra del terror de este 2015 no viene de la mano de Kevin Smith, aunque su anterior Red State -film de gran interés, por otra parte- mereciera el premio gordo del festival especializado de Sitges y por más que su nueva propuesta, Tusk, que se estrena hoy mismo, se anuncie como una de las cintas más originales y frescas del año. En efecto, original lo es un rato, pero eso no es garantía de mucho más: la cinta, con la que su director amenaza con iniciar una trilogía, parte de un hecho real (un anuncio falso, a modo de broma, publicado en un periódico) para contar la pesadilla vivida por su protagonista cuando cae en manos de un desequilibrado que ha urdido un plan para transformar a su víctima en morsa (aquí va un sic como una casa de grande); el asunto no acaba ahí, sino que se complica cuando la novia y el mejor amigo del susodicho acuden al rescate en compañía de un estrafalario agente de la ley al que encarna un Johnny Depp no acreditado al que, por más que lo maquillen para resultar casi irreconocible, acaba por ser reconocido. Es en ese momento en el que la película, que hasta entonces tampoco era gran cosa (a pesar del buen hacer del veterano Michael Parks y de un Justin Long que sorprendentemente consigue estar a la altura de aquel), se precipita al abismo de la estupidez más aberrante, y se erige como una broma de mal gusto que roza por momentos la vergüenza ajena. Lo dicho: la originalidad no es ni mucho menos garantía de valor alguno más allá de sí misma, y Kevin Smith debería replantearse si no está llevando demasiado lejos lo de hacer películas (sean intimistas o de género) a modo de chistes privados; esto es: solo para sí mismo y cuatro colegas suyos.
A todas luces resulta mucho más interesante Babadook, aunque ha sido saludado con un entusiasmo tan desmedido -échenle un vistazo a los testimonios recogidos en el cartel- que puede resultar contraproducente y provocar que el film acabe por decepcionar pese a sus muchos valores. La película, dirigida por Jennifer Kent y protagonizada por una espléndida Essie Davis (premiada en el último Sitges, por cierto), alude a los miedos más primigenios para contar una historia que arranca con una atmósfera y un cierto contenido social que, para entendernos, remite más a Ken Loach que a Tobe Hooper, para convertirse después en un cuento de terror sobre una relación madre-hijo amenazada por una terrorífica presencia -el babadook del título, una criatura surgida de un cuento infantil- en el que los horrores sobrenaturales se acompañan e incluso funcionan como una metáfora de los horrores cotidianos surgidos en el ámbito doméstico. Sin duda, las madres sobreprotectoras, los padres ausentes y los niños con carencias afectivas dan mucho más miedo que los científicos locos y los hombres morsa.
Entre los muchos entusiastas de Babadook se cuenta el gran (en todos los sentidos) Guillermo del Toro. Y si son ustedes de los que prefieren el formato serial o simplemente optan por quedarse en casa, desde esta misma semana pueden disfrutar de la emisión de la primera temporada de The Strain, adaptación de la novela Nocturna escrita por aquel junto a Chuck Hogan y que han producido ambos autores. De hecho, es el propio realizador mexicano, que se ha ganado con creces el ser considerado como uno de los autores fundamentales del cine fantástico moderno (ahí están filmes como Cronos, El espinazo del diablo, El laberinto del fauno o Pacific Rim para demostrarlo), el encargado de dirigir el espléndido episodio piloto que pudieron ver doblado al castellano y en abierto el pasado martes. Lamentablemente, me veo en la obligación de informarles de que aquellos que hemos visto ya todos los episodios (una de las múltiples ventajas de optar por la versión original) hemos podido comprobar que el nivel de los primeros capítulos desciende considerablemente antes de llegar al ecuador de la serie y se mantiene en esos términos hasta el final. No obstante, el producto resultante es un digno entretenimiento, casi una versión 2.0 de aquella mítica miniserie El misterio de Salem's Lot que basándose en la novela de Stephen King tanto atemorizó a los de mi generación cuando éramos unos niños. Pero en The Strain el terror desaparece en beneficio del drama y la acción (el vampirismo aparece dibujado como un virus contagioso, emparentado de paso con el Mal absoluto personificado en el ejército nazi de la II Guerra Mundial)... y aunque no estoy seguro de si esto se debe a que aquellos jóvenes espectadores hemos madurado y ya estamos curados de espantos o si es culpa de creadores que apuestan por un material mucho más light, yo apostaría por lo segundo. Y no es por echar balones fuera.
Tusk y Babadook se proyectan en cines de toda España; The Strain se emite en Cuatro.