Todo está en los libros
Abandonad toda esperanza, salmo 226º
O al menos eso afirmaba la sintonía de Negro sobre blanco, donde Fernando Sánchez Dragó y sus gafas a media asta comentaban sus lecturas cuando la televisión pública tenía publicidad y programas de interés, ambos desterrados hoy de su parrilla. Y empiezo a sospechar que es verdad, que todo está en los libros, y no solo eso, sino que todos los libros están en mi casa, porque conforme pasa el tiempo tengo menos espacio libre y aquello de que el saber no ocupa lugar se me revela como una gran sandez.
Como bien sabría ese gran catalogador llamado Georges Perec, a todos los que tenemos un número considerable de volúmenes se nos plantea una cuestión ineludible: cómo ordenarlos. ¿Por géneros, por editoriales, por colores? Quizás el método más funcional sea el alfabético por apellido del autor, pero de momento me niego a reubicarlos así porque se me antoja como una renuncia a mi capacidad de saber dónde está cada título atendiendo a su tema, a su categoría. Me parece como dejarme vencer por la hipótesis de un alzheimer temprano que me obligue a tomar tal determinación. Así pues me veo siempre enzarzado en un combate en el que de momento resulto vencedor recurriendo a un orden aparentemente caótico que solo comprendo yo. Además, ¿dónde quedaría entonces el gozo inesperado, la sorpresa gozosa, de encontrarse con alguna joya literaria que no recordábamos poseer al deslizar la mirada por los anaqueles de nuestra biblioteca?
A esto de los métodos de ordenación intransferibles y otras cuestiones del universo de la bibliofilia dedica Jacques Bonnet su maravilloso Bibliotecas llenas de fantasmas. Confieso que me he reconocido casi a cada página en esta antología de anécdotas sobre el arte de acumular libros, aunque a veces recordaba aquello de "mal de muchos, consuelo de tontos", y me sentía el más tonto del universo. En sus páginas los bibliófilos encontrarán sugerencias, pero sobre todo descubrirán que la solución perfecta no existe, y que el mayor de los placeres está en buscarla y no en encontrarla.
Los que de continuo se han debido de plantear muchas de las cuestiones contempladas por Bonnet son Jean-Claude Carrière y Umberto Eco. El primero, guionista colaborador de Buñuel en algunas de sus películas francesas; el segundo, especialista en semiótica y autor de El nombre de la rosa. Ambos, intelectuales de nuestro tiempo que en Nadie acabará con los libros -bello y quijotesco título, pardiez- reflexionan acerca de la idea de libro como un invento en esencia tan perfecto como la rueda, y llegan a la conclusión de que el e-book, el tan traído y llevado libro electrónico, aunque haya venido para quedarse convivirá con el impreso durante décadas, y este no terminará jamás de desaparecer del todo.
Precisamente el diálogo entre Carrière y Eco es una de las muchas referencias que maneja otro que tal, Román Gubern, en Metamorfosis de la lectura: pensar que un libro tan lúcido y tan completo como este es una versión ligeramente ampliada de una conferencia es una lección de humildad para todos los que nos ganamos la vida pensando primero y escribiendo después. Y, de paso, el complemento perfecto para sistematizar históricamente algunas de las ideas de los títulos anteriores. Entonces solo quedará coger los tres libros y ver dónde los colocamos.
Bibliotecas llenas de fantasmas y Metamorfosis de la lectura están editados por Anagrama; Nadie acabará con los libros está editado por Lumen.