Cultura

Tonos y politonos

Si es de disculpa el tono de Ángel Simón en su columna Artistas, plas, plas, porque él la solicita y no se debe negar el paso a una disculpa, no será el caso de la columna que tienen entre manos, me refiero al tono, puesto que cuando uno comienza a escribir una réplica, como en este caso, no sabe si realmente mantendrá el tono o si más bien se moverá en diferentes estados, en varios tonos, o si lo prefieren: en politonos.
Viene a ocurrir en la España televisiva, radiofónica y tertuliana, en la obligación de cubrir horas y horas en los cientos de medios de comunicación, que un pedo del primo segundo del monarca puede ser suficiente y necesario para tener algo que decir, algo con lo que llenar el tiempo. Y este verbo incontenible, que succiona todo cuanto alcanzan sus millones de ojos y de oídos, necesitaría prudentes y temporales ataques de afasia para no equivocarse y equivocar, para dejar de hurgar en lo cotidiano transformándolo en extraordinario, convirtiendo la opinión en insulto y lo dicho en lo no dicho. Pero cientos de puestos de trabajo andan en juego, y además nadie estaría dispuesto a encender sus aparatos y pasar un rato escuchando un respetuoso silencio. En el caso de las tertulias y columnas de tintes políticos, la opinión o manifestación realizada por parte de un artista viene a ser como la llegada del pastel de cumpleaños a una mesa repleta de niños. Al parecer la familia de artistas no debería tener opinión política, mientras que la historia –la que está ahí, en todos los libros escritos desde todos los credos– nos dice algo muy contrario: que la participación de los artistas en las discusiones, en la toma de decisiones, ha sido tenida en cuenta por emperadores, reyes, dictadores, etc.

Pero es fácil tomarla con los artistas: más todavía si acudimos al tema de las subvenciones, algo sobre lo que podríamos dialogar largo y tendido puesto que habría que pensar si la subvención la recibe el o la artista, o si en realidad es el pueblo quien recibe dicha cantidad económica transformada en arte (o en una rebaja de su entrada). Pero repito, es fácil tomarla con nuestros amigos los artistas, afirmar que siempre estarán del lado izquierdo –¿eso es estar del lado más social y humanitario?–, aunque yo no recuerde que nadie haya tenido que manifestarse políticamente para ser o ejercer su trabajo creativo. Sí diré en cambio que es habitual desde la dirección política en todas y cada una de sus capas “censurar”, “vetar”, ciertos espectáculos, exposiciones y/o artistas. ¿Qué miedo puede provocar una manifestación artística? ¿Qué miedo o pronto desprecio podemos tener a la opinión de señores y señoras que han dedicado su vida al arte y al pensamiento?

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