Toros: trascendencias e intrascendencias
Fin de verano de omnipresencia torera. Más allá de la realización o no de la corrida del día 7, creo importante algunas reflexiones sobre toros, libertades y lo relevante de la vida social y política.
No oculto mi alegría porque en mi pueblo pueda ir desligándose lo festivo y lo patronal de tradiciones que basen el disfrute en maltratar animales. Mi alegría sería más completa si esa suspensión no fuera debida a temas administrativos o a una abstención, sino por el convencimiento y consenso colectivo de que hay tradiciones que es mejor que queden en los libros de historia. Sería mayor la alegría cuando, más allá de la abolición legal o no de prácticas de tortura animal, la madurez social de la ciudadanía hiciera que de manera consciente, los pueblos eligiéramos formatos para vivir lo lúdico exentos de prácticas de ensañamiento contra personas o animales. Fiestas que sean explosión de encuentro y convivencia, en el que en su seno queden ausentes la violencia, la segregación, la exclusión de un sector social.
Oigo estos días argumentos pseudomocráticos y muy retorcidos sobre la libertad de elegir aplicada a los toros: Que vaya el que quiera; Que me lo permitan si yo me lo pago. Esto no obliga a nadie, que no se prohíba. Unos argumentos válidos a mi juicio, cuando el hecho cultural, deportivo o social no entra en colisión con unos principios éticos, NO cuando está en entredicho el sufrimiento de algún ser. La democracia es un sistema que permite la diversidad ideológica a la hora de concebir las políticas económicas, sociales, de ocio etc. Pero toda democracia evolucionada, también se dota de valores y de un mínimo común denominador ético irrenunciable. Como una línea roja a partir del cual la ciudadanía y los políticos ejercen su libertad para hacer, pronunciarse, influir. En mi opinión, la democracia con mayúsculas, implica que no sea negociable cualquier tipo de ocio colectivo si éste vulnera derechos humanos, derechos económicos, maltrato del patrimonio ambiental o histórico, segregación, racismo, xenofobia, maltrato animal, sexismo. El respeto animal ha sido históricamente algo secundario en una sociedad antropocentrista, en la que los que las personas nos sentimos en el derecho de dominar el mundo, supeditarlo a cualquier precio, sin importar el abuso, la crueldad o el impacto doloroso sobre otros seres, incluso con una finalidad de recreo social. Algunas de estas modalidades (toros maltratados por banderillas y estoques, toros embolados, cabras que se tiran de campanarios, patéticos circos con animales exóticos, gallos de pelea etc), van desapareciendo progresivamente de nuestras programaciones, y vamos abriéndonos a otras formas de ocio más acordes a nuestros tiempos y a la ética.
Es una tiranía, una falsa democracia, como expone Esteban Beltrán (AI) en Derechos torcidos, aquella que en nombre de esa malentendida libertad, permite de manera populista la tolerancia de los gobiernos con la tortura (humana o animal), la restricción de derechos humanos con fines de seguridad, la ablación, la pena de muerte, etc.
Atrás deben de quedar los argumentos sobre la libertad sin líneas rojas. Atrás las subvenciones y declaraciones de interés público a prácticas inmorales que sacralizan la muerte y la tortura. Atrás la cultura o el ocio manchado de sangre. Atrás el justificar la tortura animal, disfrazándola como única forma de protección de una especie y su hábitat. Atrás los argumentos peregrinos sobre que es tradición. Tradicional era en otras épocas el apartheid, el no voto de la mujer, la esclavitud, la segregación racial, leyes de persecución a minorías, etc. y hoy van siendo historia. Tradicional eran unas fiestas patronales sin mujeres, hoy orgullosos de su incorporación.
Dejémonos de tratar la NO corrida como central y apocalíptico. Deje el PP de utilizar los no toros como catástrofe de primera magnitud, y céntrense en apoyar lo realmente significativo que preocupa a la ciudadanía: empujar a favor del empleo, la salud, la vivienda... en un momento tan dramático. Deje el PP de hablar de crisis de gobierno por un asunto menor, para poner una cortina de humo sobre sus propias miserias, y pidan perdón YA por su ingobernabilidad anterior, por su incapacidad para gestionar presupuestos, por las deudas de plaza de toros y piscina, por los destrozos del paseo, por las basuras, por la corrupción en su partido, por los lamentables recortes de derechos de sus gobiernos, que sí preocupan y ahogan a la población. Deje el gobierno actual de contagiarse del pan, circo y toros, y no entre en pánico si no hay corrida. Dedíquense a seguir apostando por otra manera de gobernar diferente a la anterior y a ocuparse de lo que realmente es trascendente: hoy prepararnos para unas fiestas de convivencia y alegría (sin sangre), el día 10 para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía.