Cartas al Director

Torre del Orejón, torre de la ilusión

Un mal día de 1888 derribaron la Torre del Orejón de Villena. Pero aunque no quedó rastro de sus piedras ni de su autómata de madera, siguió en pie dentro del corazón de muchos villenenses que no se resignaron a su pérdida y supieron transmitir este sentimiento a sucesivas generaciones.
Personas como Vicente Prats, a quien tanto tenemos que agradecer, de altruismo, capacidad de trabajo, entusiasmo e ilusión inquebrantables y que ha encontrado en Pepe Hernández “Pastillo” a un digno sucesor.

Tanto esfuerzo de tantos, tanto empeño contra viento y marea y contra esta crisis que se está haciendo eterna, merecen la justa recompensa de que algún día la Torre se alce orgullosa junto a la Plaza Mayor, mientras resuenan sus campanas y el Orejón se asoma periódicamente tratando de admirar de nuevo a sus espectadores.

A pesar de su mecanismo prodigioso, casi mágico como las velas que parecen desplazarse solas mientras se eleva en su altar la Virgen de las Virtudes, a este Orejón, que se durmió en el siglo XIX y se despertará en el XXI, no le será fácil asombrar en un mundo en el que cada vez pesa más lo virtual que lo tangible. Es muy posible que el asombrado sea él, al contemplar cuánto ha cambiado su Villena.

Tampoco lo tendrá fácil la Torre, su arquitectura. La desaparecida juega con ventaja, pues está en uno de esos lugares del pasado de los que habla Luis Landero en su libro El balcón en invierno, lugares que “pertenecen ya a lo soñado más que a lo real “ como aquel camino de su infancia que “ya solo existe en la memoria, y solo en ella es posible volverlo a recorrer".

El pasado suele anidar en la idealización y en la melancolía, y es difícil estar a su altura sin decepcionar. Materializar la Torre será como materializar un sueño y la realidad suele volar más bajo casi siempre.

No, no lo tenéis fácil, pero si habéis obrado el milagro de mantener vivo al Orejón durante más de un siglo de ausencia, no hay reto que no podáis superar. Tú los has dicho: “El Orejón está vivo “. Sí, Pepe, el Orejón está vivo y en muy buenas manos. Adelante.

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