Barrios

Tortas fritas en las Fiestas del Medievo

La Asociación Pro Restauración de la Ermita de San José de Villena se creó en 1998 con el fin de recuperar el Patrimonio Material e Inmaterial del barrio de El Rabal. Desde entonces, son muchas las personas que han colaborado desinteresadamente en este proyecto, con la intención de poner en valor tradiciones e infraestructuras que fueron en su tiempo relevantes en la historia local y que han contribuido a conformar la identidad villenense.
La suma de voluntades es fundamental en el asociacionismo, pero no es suficiente. La necesidad de obtener fondos para conseguir nuestros objetivos obliga a agudizar el ingenio y buscar formas imaginativas de optimizar los recursos. Cuando en el año 2001 Ángel Giner, entonces presidente de la Asociación de Vecinos de El Rabal, nos pidió nuestra colaboración para sacar adelante las Fiestas del Medievo, entonces Mercado Medieval, vimos la oportunidad de cumplir el doble objetivo de visibilizar una tradición y al tiempo obtener algo de dinero. José “el del Quebra”, miembro de nuestra asociación, propuso recuperar el desayuno típico de nuestros abuelos, las tortas fritas, tradicionalmente elaboradas con los restos de la masa destinada al pan de cada casa.

La infraestructura de ese primer año fue bastante precaria. Una mesa de matanza y dos paelleros sirvieron para elaborar las tortas, y una lona de vender verdura aportada por nuestro vecino Andrés Estevan, recientemente fallecido, sirvieron para improvisar un puesto bastante digno. Tal fue el éxito de nuestra aventura que pronto tuvimos que rehacer las previsiones. De los 6 kg. de azúcar del primer año pasamos a 18 kg., muy por encima de nuestras expectativas. Acudíamos a los vecinos para reponer materiales, dejando las casas del barrio sin azúcar, servilletas, bolsas, aceite, etc.

Poco a poco nos fuimos organizando, en un ambiente de trabajo, pero también de sana convivencia. Mientras que las panaderías Petri y El Quebra elaboraban la masa en sus instalaciones, los vecinos y vecinas se encargaban de transportar, cortar, estirar, pinchar y sacar la masa al puesto para freírla y venderla. Durante años el proceso manual se ha estado realizando en las cocheras de los vecinos, con las dificultades que eso suponía. Por ejemplo, si algún vecino enfermaba (no olvidemos que en nuestro barrio hay un alto porcentaje de población de avanzada edad), debíamos improvisar sobre la marcha espacios alternativos cercanos al puesto para que el proceso no se detuviese y todo saliese con la calidad deseada.

Dos días intensos
Los preparativos son muchos, pero la ejecución se concentra en apenas dos días, ya que las tortas se venden siempre recién hechas. Llegada la noche del sábado, justo en el momento de mayor afluencia de visitantes, las fuerzas flojean y el cansancio pasa factura. Es entonces cuando se agradecen las palabras de aliento y las manos de tanta gente colaborando.

La experiencia también cuenta, y cada año nos vamos organizando mejor. En la actualidad disponemos de más de 40 socios con carné de manipulador de alimentos y la masa se trabaja dentro de la ermita, con todas las garantías y de cara al público, de manera que los visitantes pueden seguir todo el proceso de elaboración de las tortas. También hemos mejorado considerablemente en la organización de los turnos de trabajo, y ahora incluso nos podemos permitir disfrutar de las Fiestas del Medievo, algo que nos ha estado vedado durante años. Y todo eso gracias a la gran cantidad de gente que colabora, que entrega su tiempo y su esfuerzo, su ilusión y su cariño. Gracias a todas esas personas conseguimos vender anualmente más de 6.000 tortas fritas, que constituyen la única aportación económica con la que contamos para ayudar a recuperar un barrio que es de todos.

Se van haciendo cosas, y quedan muchas más por hacer… pero de eso hablaremos en otro escrito.

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