Toth for Adventure
Abandonad toda esperanza, salmo 591º
Siempre que se habla de Alex Toth, se habla más de aquello que no hizo que de lo que sí: por supuesto, me refiero a Torpedo 1936, el hoy clásico incontestable de la historieta española que el maestro estadounidense, reclutado por el sin par Josep Toutain, abandonó después de dibujar solo dos entregas, solamente dieciséis páginas, escandalizado por la violencia, el sexo y la mala uva que impregnaban los guiones de Enrique Sánchez Abulí. Su sustituto fue Jordi Bernet, y como suele decirse, no hay mal que por bien no venga.
Por lo que se ve, los férreos principios éticos y morales de Toth ya eran los de otra época en aquellos primeros años ochenta que, de la mano de Alan Moore y Frank Miller, muy pronto verían caer incluso al hasta entonces intocable icono del superhéroe. Por ello, Toth decidió refugiarse en una creación propia que remitía a las historias de aventuras de los años treinta, mucho más candorosas: Bravo for Adventure estaba protagonizada por Jesse Bravo, un aventurero que se gana la vida como dueño de una pequeña empresa de vuelos chárter y piloto acrobático en las películas que se rodaban en el Hollywood de aquella década, en donde llega a conocer a Errol Flynn y donde el parecido entre ambos da lugar a algún que otro equívoco. El eco de cintas de aviación como Alas (el primer Oscar a la mejor película de la historia), Los ángeles del infierno o Sólo los ángeles tienen alas está presente a lo largo de todo el volumen, como lo está también la herencia de Milton Caniff, creador de Terry y los piratas y maestro de la narrativa secuencial... al que, a decir de muchos expertos, acabó superando el aprendiz Toth. Las planchas incluidas en el reciente volumen de lujo de Planeta Cómic avalan con creces esta opinión, así como que esos mismos expertos consideren al presente título como la obra maestra indiscutible de este genio del noveno arte.
Si Bravo for Adventure cuenta con una edición fácilmente localizable, no es este el caso de otra de las grandes creaciones de Toth en el terreno del cómic de aventuras: El Zorro. Pero tal y como me ocurrió a mí, con un poco de suerte quizás encuentren a precio de saldo el volumen que publicó Azake en 2003, apenas tres años antes del fallecimiento de su autor. Este tomo recopila todas las historietas del popular personaje realizadas por Toth a finales de los cincuenta y primeros sesenta, años en los que en el seno de Dell Publishing se encargó de adaptar series televisivas como Roy Rogers, Rin Tin Tin o este mismo folletín ambientado en la California española de comienzos del XIX. Creado por Johnston McCulley en 1919 para una revista pulp, don Diego de la Vega y su álter ego enmascarado sirvieron durante tres años a Toth para desarrollar su arte, marcado por el dominio del blanco y negro -y, por tanto, de las luces y las sombras-, el dinamismo en el movimiento de las figuras humanas y una limpieza narrativa que depuraría aún más con el paso de los años. El resultado es una mezcla de relato de aventuras y western apadrinado por la factoría Disney que también funciona como trasunto del género superheroico: Diego de la Vega se esfuerza por mantener su identidad secreta alejándose tanto de su otro yo como Clark Kent o Bruce Wayne de Superman y Batman, e incluso cuenta con su fiel sidequick (aquí Bernardo, su criado mudo) y con una galería de villanos encabezada por el capitán Monasterio y el sargento García. También es una obra con reminiscencias fílmicas, pues no resulta difícil apreciar la influencia de los Zorros encarnados por Douglas Fairbanks y Tyrone Power, este último favorito confeso del artista.
Siempre que se habla de Alex Toth, además de hablar de lo que no siguió haciendo porque no le dio la real gana, se habla también de aquello que sí quiso hacer y no pudo, dado que siempre fue un autor amado por sus colegas -que reconocían en él a un maestro sin parangón- pero ninguneado por unos lectores que no apreciaban su talento, tal vez por no identificarlo con uno o dos personajes memorables y de larga trayectoria (como sí le ocurre a Hal Foster, Alex Raymond, Will Eisner o, en otras latitudes, Hugo Pratt). Mi consejo es que busquen ese ejemplar descatalogado de El Zorro y compren Bravo for Adventure, y empecemos a remediar esta injusticia entre todos.
Bravo for Adventure está editado por Planeta Cómic.