Abandonad toda esperanza

Tranches de vie

Abandonad toda esperanza, salmo 251º
No sé si habrán notado que, al menos en cuestión de historietas, últimamente estoy algo afrancesado: que si Tardi, que si Sfar, que si Vivès... Yo, que siempre he sido adalid del cómic norteamericano, tanto del independiente como del comercial, y si me apuran del tebeo patrio y hasta del manga nipón, he acabado por rendirme a los maestros contemporáneos de la bande dessinée como mi hermano mayor -de haberlo tenido, claro- lo habría hecho con Moebius, Druillet, Bilal y el resto de maestros de la revista Métal Hurlant. Vivir para ver.

Pues si quieren caldo tomen cuatro tazas, porque hoy le toca el turno a Manu Larcenet, del que acaba de editarse un volumen que incluye al completo su más celebrada creación: Los combates cotidianos. Estamos ante un relato de aprendizaje protagonizado por Marco, un joven fotógrafo que aspira a exponer junto a los más grandes artistas de esa disciplina... mientras se evade como puede de los cambios que implica todo proceso de madurez, como el reconocimiento de la mortalidad en la figura de su padre, enfermo de Alzheimer, o el compromiso que supone una vida en pareja o una futura paternidad. Mientras, la pervivencia del pasado se entremezcla con la incertidumbre del futuro, ambos elementos relacionados con la figura del progenitor: la militancia de este en la guerra de Argelia, donde seguramente tuvo que desempeñar acciones que no le dejarían dormir si las pudiera recordar, inquieta al protagonista tanto como el cierre de los astilleros donde aquel trabajaba, y que dejarán sin manutención a compañeros que son ya como miembros de la familia. Como ven, un slice of life ("trozo de vida") en toda regla... aunque dada la nacionalidad del producto sería mejor hablar de tranche de vie.

Pese a que todavía no podemos leerlo entero -solo se ha publicado el primer volumen de un total de tres-, lo último de Larcenet, Blast, bien merece un viaje a la librería: por el momento es la historia de Polza Manzini, un escritor reconvertido en conductor que padece un, por decirlo suavemente, descomunal sobrepeso, y que se encuentra detenido por la Policía supuestamente acusado de un crimen del que todavía no sabemos demasiado. Como todo auteur que se precie, Larcenet rescata elementos de su obra anterior (como la búsqueda de la propia identidad, el peso de la figura de un padre enfermo, el contrapunto a la gran ciudad que supone el peregrinaje por espacios naturales...), si bien ahora recurre en cierta medida a los códigos del relato policíaco, al mismo tiempo que elementos como el crimen y la culpa lo sitúan entre la descendencia directa de Dostoyevski. Sí, lo sé, palabras mayores, largas y llenas de mayúsculas, pero es lo que hay. ¿O son de los que todavía piensan que el cómic es un arte menor? Ay, almas cándidas...

En resumidas cuentas: si ustedes son de los que, cuando vieron La noche se mueve -dicho sea de paso, una de las mejores películas del recientemente fallecido Arthur Penn, a mi parecer superior a otras más célebres como Bonnie & Clyde o El milagro de Anna Sullivan-, no entendieron aquel comentario acerca de los filmes de Éric Rohmer ("Ver una es como ver crecer la hierba") porque les gusta el cine de Rohmer y tampoco le hacen ascos a lo de ver crecer la hierba, háganse un favor y dense una vuelta por los tranches de vie de Manu Larcenet.

Los combates cotidianos y Blast están editados por Norma.

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