Tres años sin cine
En la Navidad del año 2002, se ponía fin a un lento, aunque inexorable, proceso de defunción de las diferentes salas de cine que, tiempo atrás, supusieron una importante oferta de ocio para tantas generaciones, amén de un lugar de encuentros, de ensueños y, en última instancia, de recuerdos. Con la definitiva clausura del Cervantes, último reducto cinematográfico de nuestra ciudad, muchos de nosotros vimos también clausurados un sinfín momentos mágicos que ahora sólo duermen en nuestra memoria.
Aunque el salón de actos de la Casa de la Cultura intenta suplir, y en parte lo consigue, el servicio que otrora ofrecieran las diferentes salas, lo cual es de agradecer (menos es nada), lo cierto es que nunca ha tenido ni tendrá el espíritu que inundaba cada uno de los rincones del Imperial, o del Chapí, o del Avenida, o del mismo Cervantes
salas que, desgraciadamente, van quedando en el olvido para las nuevas generaciones.
Como ocurre con tantos y tantos acontecimientos sociales que se suceden en Villena, la desaparición de esta última sala pasó sin pena ni gloria. Bien es cierto que, si los cines a la antigua usanza sufrían esa decadencia desde hacía ya algunos lustros, las erróneas decisiones tomadas por los propietarios del Cervantes terminaron por clavarle la tapa del ataúd. Pero, confirmada la defunción, ¿cuáles fueron las reacciones? ¿Qué eco mediático tuvo el suceso?
Y ahora, ¿qué nos queda? Esperar a que llegue, si llega, el centro comercial y con él, las minisalas. Bueno, el panorama no estaría mal si ese proyecto fuese una realidad no hoy, ni mañana, sino hace ya unos cuantos años. Pero los precedentes me hacen ser pesimista al respecto. Estoy harto de oír aquella cantinela de que la cuenta atrás ya ha comenzado. Esa es la perogrullada (política) más grande que existe. Por supuesto que ya ha comenzado. Pero eso es así en cualquier aspecto de la vida: la cuenta atrás de nuestra muerte comienza el día en que nacemos; la cuenta atrás que nos llevará al amanecer comienza en el momento en que anochece los ejemplos, además de gráficos, podrían ser ilimitados.
Mientras tanto esperaremos, aunque la espera nos lleve a la desesperación. Nos valdremos de los cines de Petrer o de Alicante, de la Casa de la Cultura y, de manera especial, de nuestros recuerdos pasados.