Juventud

Un amigo valiente

Ahora mismo está metido en un avión, viajando al culo del mundo. Pablo López Francés tiene 24 años, es un tipo sencillo, con sentido común, decente, trabajador, deportista, divertido, muy inteligente, que tiene dos carreras universitarias sacadas con un expediente académico más que inmaculado y ofertas de trabajo estable encima de la mesa (y en lo suyo, lo que en estos tiempos y siendo veinteañero es la repera). En definitiva, un joven de los que escasean. Un tipo con futuro.
Y ahora va y decide aparcarlo todo por un año. La familia, las amistades… Se va a Perú durante 10 meses, con la ONG salesiana Jóvenes y Desarrollo. A trabajar como voluntario, primero en Lima, en un piso de acogida con niños de la calle y luego en la zona de los Andes con gente sin hogar ni recursos, que vive en la pobreza más absoluta. Se va porque ha decidido aportar su granito de arena, colaborar en lo que pueda para que este mundo sea un pelín más justo. Un poco mejor.

Durante toda su vida ha vivido su relación con la educación y el voluntariado en el Centro Juvenil Don Bosco, pero quería dar un paso más allá, tener la oportunidad de ayudar a gente que no tiene nada. Y la decisión no la tomó de un día para otro. Estar preparado para esta aventura le ha costado más de un año de formación, cursillos, viajes y sacrificios.

Es sorprendente, pensarán, con lo cansados que estamos de oír a todas horas, en todos los medios de comunicación, que los jóvenes de hoy son unos vagos, unos apáticos, unos incultos… que aún quede gente así, dispuesta a dejarlo todo por los demás. Dispuesta a ofrecerse a sí mismos. No todos los jóvenes de este país son unos indiferentes y aborregados a los que educan a medias José Javier Vázquez, Cristiano Ronaldo y Belén Esteban. Es posible que haya muchos de esos, sí. En España el 70% de los jóvenes reconoce no leer un solo libro al año y estando así el patio es muy difícil tener esperanzas de un futuro mejor. Una juventud que no lee es una juventud que no puede soñar, que tiene las alas cortadas.

Pero hay honrosas excepciones. Pablo sí lee, también sueña. Quizá él sea una anomalía en esta juventud de hoy, o quizá es solo es un buen tipo y yo estoy dramatizando mucho. Decidan ustedes. Yo no lo sé. Lo que sí sé es que su historia merece ser contada, como muestra de que no todos los jóvenes son un atajo de apáticos e insolidarios.

El pasado fin de semana sus familiares, amigos y compañeros de Jóvenes y Desarrollo y del Centro Juvenil Don Bosco le despedimos como merecía. Muchos le escribieron sus deseos en un cuaderno de viaje. Yo no pude. Así que aquí estoy ahora, saldando mi cuenta y contándoles a todos que sigue habiendo jóvenes como Pablo. Mi amigo. Jóvenes voluntarios que se arriesgan y luchan por los demás, que son capaces de levantarse y tener fuerzas para enfrentarse a las injusticias del mundo en el que vivimos.

Le deseo mucha suerte. Es un amigo valiente y todos vamos a echarle muchísimo de menos. Ojalá valga la pena todo lo que va a vivir allí y aunque vuelva con un par de kilos menos, traiga en su mochila toneladas de experiencias y recuerdos imborrables. Ojalá hubiese muchos más como él. Jóvenes de los que sentirse orgullosos.

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