Un año de película
Abandonad toda esperanza, salmo 209º
Como ya es costumbre en estos anuarios de El Periódico de Villena me dispongo a repasar lo que en mi humilde opinión es el mejor cine estrenado a lo largo del 2009 que terminó ayer. No busquen, ya les avisé, cine español, ni tampoco a Avatar, esa película que no he tenido todavía el placer de ver y que dicen va a revolucionar el arte cinematográfico... cosa que, dicho sea de paso, no acabo de creerme.
Este año ha sido particularmente bueno para el género fantástico: dos de los mejores filmes han sido Watchmen y Déjame entrar. Con el primero, y pese a las reticencias de Alan Moore respecto de las adaptaciones de sus obras, Zack Snyder demostró su amor por el cómic original en una de las versiones más fieles que se recuerdan de una obra previa, y demostró también que los errores de 300 se podían mitigar y que las promesas de Amanecer de los muertos no eran flor de un día. En cuanto al film de Tomas Alfredson, cabe señalar que se trata de una de las historias más bellas jamás contadas acerca del vampirismo y la infancia. Fanáticos de Crepúsculo, abstenerse.
Pero hubo más: District 9 nos devolvió la fe por la ciencia ficción de ideas, por una lectura humanista del género, lejos de la épica aventurera del Star Trek de J. J. Abrams (una película también espléndida, pero que juega en otra liga), y nos ha descubierto a un realizador, Neill Blomkamp, al que habrá que seguir. Por su parte, Los sustitutos reflexionó sobre la pérdida de valores en la sociedad contemporánea sin renunciar al espectáculo con efectos especiales creíbles y bien dosificados. Finalmente, The Box nos devolvió al mejor Richard Kelly, el de Donnie Darko, después del fiasco de Southland Tales... de la mano de un relato del genial Richard Matheson y una soberbia labor de Frank Langella.
Fuera del género, este actor ofreció la mejor interpretación del año como Richard Nixon en El desafío (Frost contra Nixon), en la que Michael Sheen estuvo a la difícil altura de su contrincante, y que me parece con diferencia la mejor película de su realizador, Ron Howard. Aunque para enfrentamiento el que sostuvieron Johnny Depp y Christian Bale en Enemigos públicos, que sin estar a la altura de otras películas de Michael Mann como Heat o El dilema no desmerece el resto de su filmografía. Otras grandes interpretaciones en otras grandísimas películas del año fueron las de un recuperado Mickey Rourke en El luchador y la de un sorprendente Matt Damon en ¡El soplón!, uno de los mejores trabajos de Steven Soderbergh.
No puedo despedirme sin citar otros títulos estupendos, como El secreto de sus ojos de Juan José Campanella, porque junto con El niño que gritó puta es el mejor trabajo de su director muy por encima de la sobrevalorada El hijo de la novia; Malditos bastardos, el último Tarantino, porque es un maravilloso homenaje al séptimo arte como posibilidad no ya de evasión sino de redefinición de la Historia; y Revolutionary Road, de Sam Mendes, porque evoca el cine melodramático de Douglas Sirk con una mirada perfeccionista que remite a Stanley Kubrick... y porque, contra todo pronóstico (al menos contra el mío), me parece la obra maestra del 2009.
Ahora sí digo adiós, no sin antes desearles un feliz Año Nuevo en compañía de los suyos y de buenas películas que compartir.