Un artista voluptuoso
Abandonad toda esperanza, salmo 154º
Los caminos de la edición de tebeos en España son como los de Dios: inescrutables. Y prueba de ello es que los cómics de Blutch que podemos encontrar traducidos al castellano nos han ido llegando en orden inverso al de su aparición en el país vecino.
Por ello, el último lanzamiento de este autor francés que empieza a hacerse un nombre en nuestro país es Peplum, una obra que ya tiene más de una década a sus espaldas, y cuyo título remite a aquellas películas de romanos que tanto gustaban al piloto de Aterriza como puedas. Efectivamente, la acción de esta obra basada libremente en el Satiricón está ambientada en el Imperio Romano, y arranca con el asesinato de Julio César a manos de sus hombres de confianza, entre ellos su propio hijo Bruto. Pero no espere el lector una reflexión intelectual sobre el poder a la manera de Shakespeare, ni siquiera a la de Stanley Kubrick en Espartaco; Blutch se muestra más interesado por el amor exacerbado que arrastra a la locura, y su mirada está más cerca del modo en el que Federico Fellini vio a Roma en su particular revisión del clásico literario de Petronio: un tiempo oscuro e inquietante azotado por el deseo y la codicia, y que aquí toma forma de un extremo claroscuro que puede recordar al arte de su compatriota Edmond Baudoin.
Inmediatamente antes pudimos leer Blotch, obra en la que su autor se libra del tremendismo y la sobriedad de Peplum para ofrecer un retrato tan divertido como en el fondo amargo de un autor de tiras cómicas demasiado pagado de sí mismo que convive con su mediocridad y su ego desmedido en el París de entreguerras, una Ciudad de la Luz repleta de artistas fascinados por su propia obra más que por la de otros y capaz de despreciar a Georges Remi, un belga que antes de apodarse Hergé ya intentaba abrirse camino en el mundo de la historieta con un personaje en el que nadie parecía confiar llamado Tintín. A pesar del gran parecido gráfico entre los nombres del autor y su creación no ha de verse en este artesano del humor gráfico un alter ego de su irreverente creador, sino un retrato universal del lado más miserable de todo artista que se precie (demasiado) de serlo.
Cualquiera de estas dos obras son perfectas para introducirse en el particular universo de Blutch, porque iniciarse con una de sus obras más recientes pero la primera publicada en España, La voluptuosidad, es una opción arriesgada: tal es la complejidad de este relato coral en el que varias personas parten en busca de un enorme simio fugado, a la postre una propuesta cargada de símbolos y metáforas, a medio camino entre la materia y el sueño, que habría hecho las delicias de Sigmund Freud, y que demuestra las posibilidades del arte secuencial para esta suerte de narrativa experimental. Una opción arriesgada, como digo, la de acercarse a Blutch a través de las páginas de esta novela gráfica, aunque este fue mi caso y aquí me tienen, cantando sus alabanzas, créanme que totalmente merecidas.
Peplum y La voluptuosidad están editados por Ponent Mon; Blotch está editado por La Cúpula.