Un clásico renovado, Tartufo, el impostor, llega al Teatro Chapí
La vuelta del Tartufo de Molière a los teatros de todo el país es una de las citas imprescindibles de la temporada. En el montaje de la compañía Venezia Teatro, versionada por Pedro Víllora y dirigida por José Gómez-Friha, la adaptación juguetea entre el verso y la prosa, entre la dramaturgia tradicional y una ruptura de la cuarta pared que busca la complicidad del público. La cita: el sábado 4 noviembre a las 1930 h. Entradas desde 12 hasta 16 con precio reducido para menores de 30 años, mayores de 65 años y socios ATAVI. Habrá entradas de anfiteatro con precio reducido (8 euros) en taquilla dos horas antes de la función.
Tartufo, el impostor llega de nuevo a los teatros reinventado, porque aunque mantiene su esencia se adapta a los nuevos tiempos, una auténtica vuelta de tuerca de un gran texto que consigue que el espectador se sienta cercano a lo que se le cuenta.
Alejandro Albarracín es el elegido para ponerse en la piel de este histórico embaucador. Y sorprende con un Tartufo sibilino que, lejos de la grosería, hila muy fino y consigue crear a un villano con más aristas que los que se han visto en otras versiones de la obra. Un Tartufo que tiene un Ipad en el salón, que usa micrófono y baila canciones americanas de los años 60. Su presencia ya resulta perversamente inquietante, pura prepotencia y ego, un reflejo de la sociedad actual. Así, su simple mención lo convierte en el centro de la obra mucho antes de aparecer en escena, donde muestra rápidamente sus cualidades retorcidas, manipuladoras y por supuesto galantes.
El resto del reparto lo completan Lola Baldrich, Vicente León, Nüll García, Ignacio Jiménez y Esther Isla. Un elenco que habla con un lenguaje más cotidiano e informal del que cabe esperar en un clásico, pero que al tiempo, respeta el guión original. Quizá por eso el mensaje, pese a haber sido escrito hace más de tres siglos, mantiene e incluso renueva su vigencia en esta propuesta.
En definitiva, se trata como dice Gómez-Friha de una crítica al impostor y a los que se dejan engañar fácilmente porque se quedan tan solo en la superficie.
Tartufo es prácticamente un sin techo que llega a la casa de los Pernelle pidiendo asilo y presentándose como un hombre virtuoso y devoto de moral intachable, aunque las referencias a la religión en la adaptación de Víllora es meramente anecdótica y ha preferido destacar más otros aspectos acercando al personaje al siglo XXI. Según palabras de su director, La gente no para de decirnos que no parece un clásico".