Historia

Un colgante de marfil en forma de botella, hallazgo estrella de las XI Jornadas de Puertas Abiertas del Cabezo Redondo

Aprovechando la presentación en rueda de prensa de la nueva edición de estas jornadas, el director de las excavaciones en este yacimiento arqueológico situado en Villena, dio ayer a conocer algunos de los descubrimientos realizados sobre el modo de vida de los habitantes de este importante poblado de la Edad del Bronce, en el que, según el catedrático, pudieron vivir entre 500 y 800 personas a la vez.
Mauro Hernández recordaba que, por undécimo año consecutivo, se realiza esta campaña de excavaciones para que los ciudadanos de Villena y su entorno conozcan “el más importante yacimiento de la Edad del Bronce en el sudeste peninsular y la Comunidad Valenciana”. Yacimiento que, un año más, aporta excepcionales novedades que los visitantes podrán contemplar al mismo tiempo que los licenciados y estudiantes de varias universidades realizan trabajos de arqueología, siendo estos hallazgos tanto pequeños objetos como aspectos relacionados con el urbanismo del poblado. En este sentido, las novedades de este año se centran en 2 vertientes. Por un lado, se ha abierto una superficie de unos 150 m2 en 3 sectores del yacimiento para terminar un estudio, una memoria de los trabajos realizados en el Cabezo Redondo en los últimos años. Se espera que, a principios de 2007, se pueda publicar éste en forma de libro que presente los resultados de las excavaciones.

En este sentido se ha procedido a excavar, en las 3 semanas que lleva ya la campaña, en 3 sectores. En el sector A se ha terminado de descubrir un enorme basurero que se acumulaba en un espacio abierto y luego se amortizó construyendo un horno y una rampa para acceder desde las casas de un nivel inferior a las del nivel superior, ya que no existían escaleras en la ladera. Respecto al sector B, se ha seguido estudiando una serie de construcciones de barro –halladas en 2005– y que posiblemente están relacionadas con la elaboración de artesanía, que habría recurrido a una intensa utilización del fuego y donde se ha encontrado una estructura circular, “novedosa y extraña”, con piedras perfectamente trabadas con yeso y cuyo interior se está excavando, a la espera de que este fin de semana se conozca su función, pudiendo ser un horno o un enterramiento, según Mauro Hernández. Respecto al Sector C, se ha actuado detrás del Departamento 19 –en el que se trabajó con el investigador villenense José María Soler–, delimitando un nuevo espacio de habitación donde se ha encontrado un laberinto y un pasillo. La excavación de este sector está motivada porque a la vez una empresa de restauración –por encargo de la Conselleria de Cultura– está rehabilitando y consolidando los muros del Departamento 18, para que no se venga abajo un área importante del yacimiento, comentaba el catedrático.

Por otra parte, entre los hallazgos realizados este año se puede hablar de varios miles de fragmentos de huesos de numerosa fauna –cabe destacar una cornamenta de ciervo que ha aparecido bastante intacta en el sector C–, así como muchas cerámicas, algunas de gran interés porque permiten datar el poblado en la segunda mitad del 2º milenio antes de Cristo. También algunas piezas excepcionales de telares que se conservan extraordinariamente bien y son de diferentes pesos y tamaños, lo que demuestra la existencia de telares para elaborar diferentes tipos de telas. Asimismo, Hernández destacó el descubrimiento de un objeto que calificó como “único”: un colgante de marfil en forma de pequeña botella.

El arqueólogo explicaba además que, a la vez que se va excavando y estudiando materiales, esto permite conocer durante el resto del año la cronología del poblado y sus características, como es el caso de carbones y huesos recogidos en 2005 que fueron remitidos a un laboratorio de EE.UU., de los que se han obtenido dataciones absolutas demostrando que la vida en el poblado se desarrolló desde 1.500 hasta el año 1.000 antes de Cristo. Tras 500 años (y 500 años antes de la aparición de la cultura ibérica) el poblado se abandonó seguramente porque el interés que tenía el Cabezo Redondo cambió porque la población que entraba a la Península desde el Vinalopó pasó a entrar desde el río Segura. No obstante, 500 años de vida en un poblado se dan en pocos lugares, declaraba.

Comían carne y cereales y se dedicaban a la artesanía, la ganadería y el comercio
En el poblado, que según Mauro Hernández podría ocupar una superficie de 10.000 m2 en viviendas cuyo interior se hallaba enlucido en blanco, se consumiría mucha carne de bóvido, caballo, oveja y cabra –cuyos corrales podrían estar fuera del área habitada, al no tener muralla que lo delimitara–. Entre los trabajos que realizaban se puede hablar de la artesanía en torno a los tejidos, la cestería –se halló esparto trenzado y sin trenzar–, así como la construcción de molinos y cuchillos de sílex, objetos de hueso y fundición de metales –principalmente cobre (asociado a estaño), también bronce y, en menor cantidad, plata y oro–. Aprovechando su situación estratégica en un cruce de caminos, también comerciaban y distribuían una cabaña ganadera muy importante –pudiendo salar allí la carne por la abundancia de agua y sal–. Asimismo cultivaban y comían cereales, habiéndose encontrado gran cantidad de trigo, cebada, habas y guisantes.

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