Un cuento perverso
Abandonad toda esperanza, salmo 481º
Esto ya es otra cosa. Vaya si lo es: les comentaba la semana pasada, al hilo del estreno de Eliminado, que últimamente la cartelera nos daba muy pocas satisfacciones a los amantes del cine de terror, los cuales permanecíamos a la espera de lo que nos pudiera ofrecer M. Night Shyamalan con La visita... no sin ciertas reticencias ante la posibilidad de que al genio que nos ofreció esas tres obras de arte consecutivas que fueron El protegido, Señales y El bosque, o incluso El sexto sentido y El incidente, se le hubiera agotado el talento tras la considerable decepción que supuso La joven del agua y muy especialmente dos naderías del calibre de Airbender y After Earth. De hecho, ni siquiera el reciente piloto de Wayward Pines, dirigido por él y al menos resultón, logró entusiasmarnos como sus trabajos de antaño.
Tampoco invitaba al entusiasmo el hecho de que el realizador se hubiera asociado con Jason Blum, el productor que está detrás, además de la citada Eliminado, de dos sagas como Insidious (cada vez menos interesante) y Paranormal Activity (mediocre desde su mismo arranque). Pero hete aquí que Shyamalan, al que se le ha acusado en varias ocasiones -probablemente con razón- de egocéntrico y vanidoso, se ha aplicado una cura de humildad al hilo de sus recientes fracasos de taquilla y crítica, y ha dejado de lado su costumbre de trabajar con grandes estrellas de Hollywood (recordemos los casos de Bruce Willis, Mel Gibson o Will Smith), se ha olvidado de las campañas publicitarias a las que se había malacostumbrado, y ha optado por realizar un film pequeño rodado en menos de un mes, prácticamente en una sola localización y con actores muy poco conocidos, a partir de un guion propio que, tras su aparente sencillez, esconde varias capas de lectura. Como en sus mejores tiempos, vaya; y aunque no opino como en el programa Días de cine, donde afirmaron que La visita es su mejor película, sí creo que se cuenta entre lo mejor de su filmografía, y supone el regreso por la puerta grande de uno de los mejores realizadores -en el sentido más técnico y científico del término- del cine contemporáneo.
En La visita, también como en sus mejores tiempos, el cineasta indio retoma el género del terror puro y duro -que no practicaba desde la cinta protagonizada por el niño que veía muertos y que le abrió las puertas del éxito-, así como el recurso del final sorpresa que reinventó en dicha cinta y retomó en El protegido y El bosque (para el que esto firma, sus dos mejores trabajos de lejos)... si bien en esta ocasión este twist final no redefine todo lo que hemos visto hasta el momento y se limita a ampliar la información de la que disponíamos hasta entonces tanto el espectador como sus jóvenes protagonistas, una quinceañera y su hermano de trece encarnados respectivamente por unos excepcionales Olivia DeJonge y Ed Oxenbould. Apunten estos nombres, sobre todo el de ella, porque darán que hablar.
No obstante, el rey de la función vuelve a ser un Shyamalan en estado de gracia en su doble faceta de director y guionista, ofreciéndonos una pequeña pieza de cámara con cuatro personajes principales y apenas un puñado de fugaces secundarios en un escenario casi único; un relato directo y preciso que en apenas hora y media alcanza una fusión sin tiranteces entre una narrativa (post)moderna -la joven protagonista es una aspirante a directora de documentales que se convierte en álter ego del realizador- y una estructura clásica donde los toques de humor, también muy logrados, consiguen que el espectador se relaje para que los momentos terroríficos sean todavía más efectivos. El resultado es una puesta al día, todo lo perversa que se quiera, de los cuentos tradicionales al estilo de los hermanos Grimm, que reflexiona sobre grandes temas como la pérdida de la inocencia, el miedo a envejecer o la necesidad de perdonar y pasar página, todo ello sin sermonear al respetable; a la vez que la película de terror rodada con la técnica de la cámara en mano más redonda que hemos visto desde que El proyecto de la bruja de Blair (muy inferior al film que nos ocupa, dicho sea de paso) puso de moda este recurso, que ya creíamos prácticamente agotado hasta que Shyamalan nos ha demostrado lo contrario.
Podría seguir hablando de La visita hasta la extenuación (la de ustedes, quiero decir), pero no quiero soltar ningún spoiler porque sería hacerles flaco favor a aquellos que tengan pensado ir a verla. Sí añadiré que este film no es la única joya del género de terror que he tenido la suerte de disfrutar estos últimos días... si bien ya no estaríamos hablando únicamente de cine. Pero el resto lo dejaré, si me permiten, para la columna de la semana que viene.
La visita se proyecta en cines de toda España.