Abandonad toda esperanza

Un Dios entre los hombres

Abandonad toda esperanza, salmo 3º
Me prometí que no volvería a hablarles de cómics tan pronto. Pero como tengo manga ancha conmigo mismo voy a hacer la vista gorda y les diré que deberían prestarle atención a Superman. Sí, el Hombre de Acero, al que dio vida el malogrado Christopher Reeve en cuatro películas. Y aunque el personaje creado por Jerry Siegel y Joe Shuster en 1938 nunca fue santo de mi devoción, he leído Superman: Identidad secreta y merece que nos detengamos en él.

Acababa de enterarme de que Nicolas Cage (un fanático de los cómics: su apellido artístico proviene de Luke Cage, personaje de Marvel) había llamado a su retoño recién nacido Kal-El; es decir, el nombre real de Superman. Deduzco que dentro de unos años al pobre chaval le ocurrirá lo que al protagonista de Identidad secreta (y lo que ahora les pasará a los Fernandos Alonsos o los Santiagos Seguras que pueblan el mundo): llamarse igual que alguien ilustre le supondrá el pitorreo continuo de sus semejantes.

Comentaba en su columna el bueno de Aureliano Buendía que ante ciertas dimensiones de Nacho Vidal (cualquier semana de estas hablaremos de porno español, no digan luego que no les aviso), el resto de mortales teníamos que agachar la cabeza y conformarnos con lo que nos había tocado en suerte. Salvando las distancias, eso le ocurría al protagonista de las primeras páginas de Hero, cuyo arranque es de lo mejor que he leído en mucho tiempo: el joven llamaba desde una cabina a una emisora de radio anunciando entre sollozos que había decidido suicidarse... porque había visto a Superman. Su interlocutor no lo comprendía. "¿Es que no lo entiende?", le preguntaba el chaval. "He visto de cerca la grandeza. Él lo es todo, y yo... yo no soy nada".

Quentin Tarantino, por lo que afirma David Carradine en Kill Bill, estará de acuerdo: Kent no es realmente la verdadera identidad del superhéroe (como Peter Parker lo es de Spiderman o Bruce Wayne de Batman), sino un mero disfraz adoptado por un alienígena de un planeta extinto. Kent es torpe, apocado, simplón: la versión que de los humanos tiene Superman como contraposición a su verdadera y majestuosa identidad. Una parodia, al fin y al cabo. Por ello resulta mayor el mérito de Kurt Busiek, guionista de Identidad secreta: hace de este Clark Kent -que no es el que todos conocemos, claro está- un personaje real, atormentado por la responsabilidad de proteger a su esposa, de ser padre... en fin, por cuestiones simples y mundanas.

Me pregunto si Nacho Vidal tendrá la misma impresión que de los meros mortales tiene el último hijo de Krypton.

Superman: Identidad secreta de Kurt Busiek y Stuart Immonen está editado por Planeta de Agostini (2005).

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