Cartas al Director

Un feminismo tan falso como una boda china

Sin ánimo de polemizar, sí me gustaría arrojar argumentos que contribuyan a aclarar las pretendidas justificaciones realizadas por la concejala de Turismo, Mercedes Menor. Pero, sobre todo, me gustaría que se tuvieran suficientes elementos de juicio, de análisis, para que cada cual saque sus propias conclusiones sin necesidad de condenar a nadie. Parece que en política el argumentario prevalece sobre las explicaciones, la demagogia sobre el sentido común y la confrontación sobre el entendimiento.
Por fin se ha admitido sin ambages que la boda china fue un “evento promocional”, un espectáculo. Así pues, se reconoce abiertamente que ha existido un agravio comparativo respecto a los otros contrayentes. Esta celebración nupcial organizada por el Ayuntamiento y la empresa Chinese Friendly “durante casi un año”, al margen de la asociación de vecinos del Rabal, ha ocasionado confusión no solo entre la opinión pública local, sino entre los miembros de la Corporación.

Cuando se alude a que “nunca se ha ocultado” que no fuera una boda real, tampoco se ha explicitado tal extremo, manteniéndose todo en el cómodo ámbito de la ambigüedad. Durante la comparecencia pública anterior a las Fiestas del Medievo se habló siempre de una “boda china” con quince invitados chinos. Ahora la edil de Turismo menciona, por primera vez, el precedente de la boda de los blogueros de “Mola Viajar”, Adri y Gosi, para justificar la acción promocional de este año. Pero hay diferencias. En aquel caso, las invitadas y los invitados los aportaba el barrio, dejándose claro que se trataba de una ficción protagonizada por dos profesionales de la promoción turística. Entonces, para completar la información, sería oportuno conocer si los quince invitados chinos eran de atrezzo, quién asumió el coste de sus desplazamientos y alojamientos, cómo se sufragó el convite de pega y a cuánto asciende el coste mensual o anual por los servicios de Chinese Friendly.

Con el fin de evitar equívocos y convertir el acto legal de una boda civil en un simple acto publicitario, propongo que estos últimos sean oficiados por actores o actrices y no por representantes municipales. Además de ganar en espectacularidad, como ocurre con la llegada de los Reyes Católicos, los políticos no suplantarán sus atribuciones administrativas ni asumirán un papel que no les corresponde.

Por otra parte, considerar que el fin es promocionar Villena y el medio ha sido la boda falsa es, cuanto menos, matizable. El medio son las Fiestas del Medievo y el fin lograr dinamizar un barrio con riesgos de exclusión socioeconómica, delincuencia y problemas urbanísticos. Al menos ese era el fundamento originario de esta encomiable iniciativa vecinal. Que pasado el tiempo se quiera aprovechar para incluir el mercado reconvertido en fiestas dentro de la oferta turística, puede ser compatible con el interés general. Pero sin perder las señas de identidad culturales o caer en los excesos de la banalización mediática y la tematización vacua. También se puede morir de éxito. A ver si se van a sustituir los viejos riesgos por los nuevos peligros.

Para concluir, no mezclemos cuestiones de manera insidiosa. No se trata de conciliación laboral y familiar, sino de prioridades y responsabilidad política. La baja por maternidad es un derecho muy serio que debe ser respetado, al igual que la libre elección de ser madre o no. Por eso mismo, hacer arbitrarias excepciones para participar en la escenificación de un “evento promocional” no es justificable. Si se está de baja para atender al recién nacido, no hay excusas. Se está de baja para todo, también para los saraos en forma de simulación. Entonces, ¿por qué no asiste a las Comisiones Informativas o a las Juntas de Gobierno Local, que no duran tres o cuatro horas? No consiste en adaptar la agenda a conveniencia sino en hacer prevalecer y reivindicar los derechos de la mujer. Dedicarse a la política es, sobre todo, gestionar lo público y dar soluciones a la ciudadanía, no actuar de cara a la galería y ante los focos televisivos.

Catalogar de “micromachismo” una opinión crítica y argumentada respecto a una decisión resulta muy demagógico. Este equipo de gobierno ha utilizado ese mismo victimismo en ocasiones anteriores. Una forma, como cualquier otra, de intentar salirse por la tangente, menospreciar a la persona contestataria, eludir dar explicaciones, despertar adhesiones y movilizar a los simpatizantes, desvirtuando, si hace falta, los principios y la ética.

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