Barrios

Un libro bajo nuestros pies

El casco histórico de Villena es una amplia zona urbana delimitada, grosso modo, por las calles Corredera, Joaquín María López, Verónica, Hernán Cortés, Sierra de la Villa y calle Nueva. Aproximadamente la mitad sur de este espacio se conoce como el Rabal o Arrabal, nombre que significa barrio exterior o extremo de una ciudad en alusión a su situación fuera de las murallas (foto 1).
En el año 1968 todo el núcleo urbano que integra el casco antiguo de Villena obtuvo por parte del Estado la consideración de Conjunto Histórico, atendiendo al interés del trazado de sus calles, de la fisonomía de sus casas y de algunos de los edificios históricos más destacados que se sitúan en el interior de ese perímetro. Ello supuso, al menos teóricamente, que todas las actuaciones efectuadas en el casco histórico, por la Corporación Municipal o por los propietarios de los inmuebles enclavados en este conjunto, quedaban obligadas a la más estricta observancia de las Leyes del Tesoro Artístico, del Suelo y Ordenación Urbana vigentes. El decreto también establece que la tutela de este conjunto queda bajo la protección del Estado. A partir de 1982, la transferencia de las competencias en materia de Patrimonio Histórico a la recién creada Comunidad Autónoma Valenciana y la aprobación de la Ley de Patrimonio de 1985 abren nuevas perspectivas en el campo de la Arqueología española y, concretamente, la Arqueología Urbana se desarrolla de forma notable. En esa ley los Conjuntos Históricos pasan a denominarse Bien de Interés Cultural (B.I.C.).

No obstante, en Villena ya se desarrollaban excavaciones urbanas desde 1949, a cargo del ilustre investigador José María Soler. En esa fecha concretamente supervisó la canalización del alcantarillado en la calle Corredera, localizando los restos de una noria islámica. También en este campo destacó Soler, a quien se le valora como uno de los pioneros de la Arqueología nacional.

Desde los años 90 hemos continuado en el Museo los trabajos arqueológicos en el casco histórico iniciados por Soler. Junto a profesionales al servicio de promotores privados, se han ido recuperando todos los restos aparecidos en más de cien solares para entender globalmente la evolución histórica del barrio, entendiendo el casco histórico como un único yacimiento.

A pesar de que en torno a un 20% de los solares son estériles –lo que ya es per se un dato–, con los restos más significativos hemos establecido una propuesta de evolución histórica actualizada.

Cronología del Casco Histórico
Los restos de cronología más antigua localizados en el Rabal corresponden a época ibérica, en torno a mediados del I milenio. Sin duda, una buena parte del sur y oeste del barrio estuvo ocupada por un asentamiento ibérico que pudo tener una extensión considerable, a tenor de la dispersión de hallazgos desde la Plaza Mayor hasta la iglesia de Santa María.

Por lo que respecta a los hallazgos romanos, si bien no son tan significativos que nos permitan hablar de un entramado urbano, si revisten gran interés por la presencia de una canalización de obra que constituye la única construcción de esta época existente hasta la fecha en toda la ciudad (foto 2).

Entre los periodos tardorromano e islámico existe un vacío arqueológico, por el momento, al menos en lo que concierne al casco urbano. Según diversos estudios, parece segura la adscripción de Villena al territorio del noble visigodo Teodomiro de Orihuela, una provincia que perduraría nominalmente bajo dominio musulmán a partir del 711, con el nombre de Cora de Tudmir. De las varias ciudades con que contaba la Cora aparece una de ubicación controvertida que llegó a identificarse con Villena, se trata de la Balntla citada en el célebre pacto realizado por Teodomiro y Abdelaziz en el 713.

A partir de la fundación del Califato de Córdoba, en el siglo X, se produciría un cambio radical en el paisaje de Villena, tanto en llano como en altura. Por un lado, se construye el castillo de Salvatierra y, a la vez, comienza a surgir un poblamiento urbano en Villena. Esta primitiva población de la que poco podemos decir en cuanto a urbanismo, parece que se estructura en torno al camino que procede del Valle de Biar y de Sax, este último identificado tradicionalmente con la Vía Augusta. Los límites de este núcleo califal estarían, al norte, en la necrópolis de la Puerta de Almansa, y al sur, quizás, en el cementerio de La Losilla. Si aceptamos estas tesis se habría de cuestionar la identificación de la Bilyana de las crónicas altomedievales (que la relacionaban con Salvatierra), que a nuestro entender, sería el solar que en la actualidad ocupa nuestra ciudad. No obstante, estas hipótesis deberán ser confirmadas o refutadas con futuros hallazgos arqueológicos.

En época almohade (s. XII) coexisten Salvatierra y Villena (Bilyana) y se construye el castillo de la Atalaya. Rafael Azuar, basándose en criterios constructivos, precisa la fecha su construcción entre 1195 –año de la Batalla de Alarcos– y 1199 –año de la muerte de al-Mansur, tercer califa del imperio almohade.

Hasta ahora, se consideraba la zona urbanizada almohade restringida al barrio del Rabal, sin embargo la lectura de los hallazgos arqueológicos parecen apuntar a la existencia de dos focos urbanos contemporáneos. Los vestigios nada desdeñables de esta época, tanto de naturaleza doméstica como funeraria, se concentran en dos áreas bien definidas. Una de ellas correspondería a los aledaños de la iglesia de Santa María y la otra, a los alrededores de la iglesia de Santiago hasta la Puerta de Almansa. Zonas que vienen a coincidir con los barrios de la ciudad propuestos tradicionalmente para la ciudad almohade y para la medieval cristiana, respectivamente. Así, en el exterior de la Puerta de Almansa y en consonancia con la norma habitual en el mundo islámico medieval se ubicaría una maqbara que hoy podemos fechar hacia finales del siglo X, principios del siglo XI, gracias a las osamentas humanas de unas sepulturas halladas en un solar sito entre las calles Navarro Santafé y Postigos. La otra gran maqbara de Villena es la de la Losilla, excavada hace ya más de cincuenta años por J. M. Soler. Si bien este cementerio no ha podido datarse con certitud, todo parece indicar que vendría a dar servicio al barrio del Rabal. Con todo, por el momento se ha de imponer la prudencia en asignar cada uno de estos cementerios a un barrio concreto, ya que se han constatado casos de localidades musulmanas relativamente pequeñas que cuentan con dos áreas de enterramientos.

Los restos más significativos de época medieval cristiana proceden, en gran parte, de pozos amortizados con material arqueológico, junto a otros procedentes de estratos localizados en distintas calles del casco antiguo. Aunque los más destacados pertenecen a la muralla de la puerta de Almansa, fechada por una moneda de Jaime II entre finales del siglo XIII y principios del XIV. Este hallazgo confirma que la muralla se levanta por don Juan Manuel, como los textos históricos describen (foto 3).

Desarrollo urbanístico
Durante los siglos XIV y XV la ciudad de Villena adquirió la estructura urbana básica que pervive en cierta medida hasta la actualidad. En primer lugar y como pivote central, se encontraría el Castillo de La Atalaya; hacia el sur se desarrollaría el Arrabal, donde convivirían las minorías musulmana, judía y de cristianos nuevos. Este núcleo, carente de murallas, se desarrolló en torno a una mezquita posiblemente ubicada en la iglesia de Santa María –según planteaba José Mª Soler a tenor de los restos arqueológicos aparecidos en el lugar–. Por el contrario, la población cristiana, cercada a partir de la conquista de 1240, se situaba al oeste, alrededor de la Iglesia de Santiago.

El vínculo que uniría estas dos comunidades, del arrabal y lo cercado, lo conformaría la calle Mayor junto a la que presumiblemente se desarrollarían sectores gremiales como lo atestigua la antigua calle de los carniceros, hoy denominada de Eduardo Dato. En medio de esta calle se abre la Plaza Mayor, cuyo origen se remonta al siglo XIV, dentro de la tradición de plazas mayores españolas. Este espacio es, en este momento, el centro político, económico y social de la ciudad, puesto que en ella se reunía el Concejo, se celebraban los mercados hasta bien entrado el siglo XX, y se localizaba el pósito de la ciudad hasta el siglo XVI, fecha de su traslado junto a la casa del Tesorero.

Una visión pormenorizada de los dos núcleos nos permite visualizar algunos matices diferenciados. La trama irregular de la zona del arrabal, con numerosos fondos de saco y placetas, puede ser un vestigio de aquel poblamiento medieval Islámico. Por contra, la nueva ciudad (s. XIII - XIV) nos ha dejado trazas de calles que siguen las curvas de nivel con otras ortogonales a las anteriores en disposición radial y fuertes pendientes, formando manzanas regulares con parcelación clásicamente medieval conformada por el "lote gótico" de 8 x 12 m o el medio lote de 4 x 12 m. Posteriormente, el desarrollo urbano se realiza en una zona más llana con manzanas de mayor tamaño y calles bastante uniformes, en la que se emplazan los edificios y plazas más representativos y simbólicos de la ciudad junto a la iglesia de Santiago, como la casa Consistorial.

La ciudad se desarrolla según este planeamiento hasta que, a principios del siglo XVII, las necesidades de espacio obligan a construir las primeras viviendas junto a la cara exterior de la muralla, comenzando la expansión de la trama urbana extramuros. El constreñimiento urbano de momentos previos a la expansión ofrece la posibilidad de una remodelación de los espacios internos de las viviendas para acomodarse a los nuevos modelos socioeconómicos que se producen en Villena a partir de ese momento.

En resumidas cuentas, y a pesar de tantos años de trabajo, la arqueología urbana de Villena no ha hecho más que empezar. Las dudas, problemas e hipótesis que reflejamos en estas páginas, amablemente ofrecidas por EPdV, esperamos despejarlas en un futuro no muy lejano con futuros hallazgos. Y en este sentido, requerimos la comprensión de todos, porque la Arqueología es un hecho cotidiano en una ciudad histórica como Villena, que tiene que compatibilizar el desarrollo urbano con la necesidad de conservar su patrimonio, como una de sus principales señas de identidad.

En definitiva, en el Rabal y en todo el casco histórico debemos convivir con el hecho de que el subsuelo es un excepcional libro donde estudiar los últimos dos mil años de nuestra historia.

Laura Hernández Alcaraz
Directora del Museo Arqueológico “José María Soler”

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