Cartas al Director

Un pueblo aferrado a sus tradiciones

Llega de nuevo el mes de agosto, el mes de los preparativos y la ilusión. El mes en el que todo un pueblo, Villena, la capital del Alto Vinalopó, se prepara para cumplir un año más con la tradición tan arraigada en el tejido social de la urbe. La celebración de sus fiestas de moros y cristianos en honor a la Virgen María de las Virtudes.
El día quince, día de la Asunción de la Virgen, se reúnen en todos los cuarteles de las comparsas, todos los festeros para programar los actos de las fiestas en las que van a participar y poner las finanzas de las asociaciones festeras al día. Ya que en los momentos de crisis económica por los que estamos atravesando, muchas personas se han tenido que dar de baja de las comparsas por su situación económica delicada, ya que están en paro, etcétera.

Como marca la tradición ya hace unos años, el último domingo del mes, en este caso el día veinticinco, todos los villeneros y todas las personas de pueblos limítrofes, van a ir en romería al santuario de la Virgen de las Virtudes (La Morenica), para traerla a Villena, durante aproximadamente quince días, hasta que pasen las fiestas de moros y cristianos que se celebran, del cinco al diez de septiembre.

Esta romería se ha masificado desde que se cambió de fechas, ya que permite ir a todos los moradores de la urbe, ya que no hay ningún desfile (entrada) que interrumpa esta bonita tradición que antes era incompleta, pues los festeros que desfilaban en la entrada se la perdían año, tras año.

Las fiestas se acercan, están a la vuelta de la esquina. Se detecta en el ambiente, el pueblo tiene algo especial, todo está a punto. Las calles y vías principales de la población se engalanan con arcos de luces de colores, eso sí de bajo consumo. La Corredera, la calle Ancha. Y se observa a muchos vecinos encalando de blanco las fachadas de sus casas, sobre todo, en la zona antigua y más típica de la ciudad.

Villena es así un pueblo encantador, un pueblo donde sus gentes afables y trabajadoras se afanan cada año, por hacer de sus fiestas las mejores. Por hacer que sus calles aun en tiempos difíciles como los actuales, la alegría predomine en todos sus rincones. Con la fuerza y esplendor de sus desfiles. La satisfacción que se siente al ver a las mujeres de nuestra tierra, ataviadas con el traje regional o con los colores de sus comparsas, bellas, exultantes, orgullosas de lo que representan. El colorido y suntuosidad de sus trajes, el olor a pólvora recién disparada por los arcabuces. Con el entusiasmo y fortaleza que nos da, nuestra Virgen morena, María de la Virtudes, en estos tiempos de zozobra económica y moral.

Por eso en estos días que se acercan, que están ya ahí. Los villeneros decimos con fuerza y eso que todavía no han pasado:” Día cuatro que fuera y lo pasao, pasao está”.

Fdo. Manuel Esteban Lozano

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