Un rey exótico puesto para resaltar la sobriedad de Gaspar y la calidez de Melchor
Escuche: estaba hastiado y agotado, harto de mí mismo y decepcionado, irritado hasta la desesperación, sumido en una angustia asfixiante que me estaba dejando vacío, sí, por dentro.
Piénselo: siglos y siglos siendo el tercero de los tres, sí, el tercero, representando el papel de rey exótico, de rey títere que está puesto ahí para hacer resplandecer todavía más la augusta y benévola sobriedad de Gaspar y la cálida y familiar cercanía de Melchor, sí, los genuinos, un ser inferior al que se le ha hecho el caritativo favor de dejarle participar en un juego que no es para él, que no es su regalo, y que tiene que poner cara de invitado agradecido, haciendo muecas cuando se le pide, una especie de paje al que se le ha gastado la broma de que crea que puede ser más de lo que es, como una pantomima inclusiva, pero al que continuamente se le recuerda de forma velada quién es realmente y de dónde viene, sí, su deshonroso origen. ¿Quién está preparado para algo así? Escuche: siglos y siglos soportando millones de niños sobre mis rodillas, con sus mocos y sus lloros histéricos, con sus olores a derivados lácteos y a colonias dulzonas, sus balbuceos inconexos y sus palabras malsonantes, sí, sus sinceras palabras de rechazo, de recelo, porque de lejos todos me miraban con una curiosidad nerviosa, como un bicho raro al que no sabían si temer o acercarse a frotarle el lomo, pero cuando me veían de cerca, a dos palmos de mi chata nariz y mis grandes dientes y mis ojos amarillos, la mayoría se dejaba llevar por la más sincera decepción, o por el pánico, o por el asco, con esa expresión de angustia étnica aparentemente involuntaria, ese gesto de paralizante aversión física previa al vómito, sí, la semilla del odio, niños como granadas de mano que padres malcriados y ridículamente exigentes me colocaban en mis rodillas para que yo los acariciara y adulara con adjetivos gastados y sonrisas compradas, como pago por una fantasía estúpida, toda ese farsa bobaliconamente simple del regalo a cambio de portarse bien, de ir contra sus incipientes y oscuras inclinaciones, a cambio de baratijas, de cosas fabricadas a bajo coste en lugares infernales, o de ser atemorizados con castigos bíblicos, la alienante estampa de las colas en los centros comerciales de todo occidente, elevando el selfie a la categoría de trastorno mental, todo ese despliegue de luces led de colores formando los logotipos de las empresas patrocinadoras para... Y yo estaba allí para qué, para dar la sopa boba, utilizado como un perro guardián para mantener el ganado en calma, sí, para calmar las conciencias blancas con mi careto negro de criado amigo, vestido con la vergüenza de... ¿Pone esa cara porque tiene una opinión al respecto? Escuche: conozco el odio, sí, y la hipocresía, y el miedo, siglos y siglos de falsedad y espanto, rodeado de millones de tus posibles verdugos, representando un papel de sumisa ejemplaridad para no despertar a la bestia, disfrazado con los ropajes de una chifladura colectiva, harto de... [Pausa.] Sí, confieso, yo los inmovilicé a los dos y los oculté, pero están bien, no han sufrido daños, les daré la localización exacta. [Pausa.] Y yo desaparecí para que todo el mundo creyera que nos habían secuestrado a los tres o algo así. [Pausa.] Bueno, esa era la idea, una Navidad diferente, pero no calculé el caos y la caída de los gobiernos y el resurgimiento de las dictaduras. Por Dios, solamente es una tradición simplona, cómo iba a pensar que... [Pausa.] No, eso sí que no, lo de Trump no me lo van a cargar a mí, ni hablar.