Un villenero muerto andando con la cabeza bajo el brazo (III de V)
Abro los ojos con sobresalto tumbado en el sarcófago que debía de ser para alguien llamado FAR(?)ONA CEL(?)A I. Después de unos segundos de aturdimiento recuerdo que estoy en el parking sótano de la Plaza de Toros Plurifuncional (PTP), en una cámara de seguridad bajo la pirámide, donde me he refugiado huyendo de hordas de villeneros zombis (VZ), después de despertar en el Centro Integrado de Villena sin recordar nada.
Por alguna causa que desconozco, la mayor parte de la población se ha transformado en vociferantes VZ, y un villenero muerto que lleva la cabeza bajo el brazo es ahora el líder de la ciudad. Tengo que encontrarlo para averiguar qué ha pasado, porque creo que él tiene la respuesta. Me levanto y me visto con el mono gris y naranja de SECOPSA, de la que parece ser que soy empleado. Abro la puerta de hormigón armado de la cámara del sarcófago para salir, y me encuentro de cara con un VZ desorientado y hambriento que se abalanza sobre mí. Consigo evitarlo lanzándome detrás de un enorme montón de fardos de papeles impresos, y por alguna razón, el VZ, al acercarse y olisquear, no advierte en mí, rodeado de esos papeles, algo comestible o deseable; incluso hace un gesto de desagrado. Se retira como ha venido, olisqueando el aire, y desaparece. Tendré que llevar cuidado. Ya hay VZ que han conseguido entrar en el parking. Me fijo en los papeles, y compruebo que son legajos atrasados del Diario Oficial de la Comunidad Valenciana (DOCV), con fechas que abarcan varias décadas. No tengo ni idea de por qué están aquí, pero creo entender cierta lógica en la respuesta del VZ: los zombis no soportan la materia corrupta, salvo la propia. En cualquier caso, decido forrar mi mono de SECOPSA con esos legajos del DOCV para intentar moverme entre los VZ sin levantar sospechas. Termino mi disfraz y me visto con él, lo que me da el aspecto de un enorme monigote de esos que se recortan de los periódicos para gastar inocentadas pegándoselos a otros en la espalda. Me armo de valor y salgo al exterior. Ya ha amanecido. Es día tres de septiembre, y miro la ciudad y veo lo que la noche anterior solamente pude intuir: todo es un caos. Las aceras están llenas de excrementos de todo tipo de bestias. VZ vociferantes asoman por las ventanillas de coches estrellados contra los semáforos después de atropellar a otros VZ. Numerosos aunque solitarios VZ que van a pie se retan cuando se cruzan, blandiendo un apéndice en forma de percha con traje de festero protegido por plástico trasparente, y después entran en el bar más cercano. La mayoría de las calles están cortadas, y las que no, están intransitables debido a grupos de VZ que están levantando el pavimento de forma salvaje, sin un motivo aparente. Visten monos andrajosos y se desplazan en viejas furgonetas. Uno de ellos, de un grupo que está sentado en la acera mordisqueando carne cruda y bebiendo sangre de una botella sin etiquetar, gruñe indignado, y sobreentiendo que quiere decir que el villenero muerto con la cabeza bajo el brazo va a consentir el sacrificio de humanos del día siete a pesar de que él lo rechaza, porque lo desean los secuaces que le permiten continuar al frente de los VZ; también le entiendo decir que otro grupo dominante y caníbal de VZ quiere comérselo, y por eso él se ha atrincherado en una sala de la primera planta del ayuntamiento. Allí me dirijo, esperando encontrarle. (Continuará.)