Un villenero opta a dos premios internacionales por su proyecto para reconstruir la catedral de Notre-Dame de París
Arquitecto y Máster en Conservación del Patrimonio Arquitectónico, Sergio Ortín aspira a conseguir una beca para realizar su tesis doctoral
Sergio Ortín Molina, hijo de villenero y residente en Beneixama, es un joven arquitecto y Máster en Conservación del Patrimonio Arquitectónico por la ETSA de Valencia.
El pasado mes de septiembre concluyó y defendió su tesina sobre la reconstrucción de la catedral de Notre-Dame de París, cuyo techo y aguja fueron arrasados por un incendio, con un proyecto que en estos momentos está nominado a dos importantes premios: el III Premio Internacional de Proyectos sobre Patrimonio Cultural para estudiantes de Arquitectura AR&PA 2020, en el marco de la XII Bienal Ibérica de Patrimonio Cultural, y en los Golden Trezzini Awards for Architecture and Design, con sede en San Petersburgo. En este último caso, se puede votar por el proyecto de nuestro paisano pinchando aquí. Únicamente es necesario darle al botón de 'me gusta', sin registrarse.
Además, Sergio está en disposición de participar en otros 2 importantes galardones, como son el Premio al desarrollo profesional del Máster en Conservación del Patrimonio Arquitectónico de la Universitat Politècnica de València y en el Premio Talento Joven CV.
A la espera de que la Dirección Facultativa francesa encargada de la restauración de Notre-Dame realice una valoración profesional de la propuesta del villenense, queremos compartirla con nuestros lectores, a la vez que deseamos suerte y éxitos a Sergio en su trayectoria profesional.
“Construir la ausencia y evocar la memoria”
“La imagen de Notre-Dame, inmortalizada desde la serie de fotografías de Charles Marville, es una silueta compuesta por las dos torres gemelas y su aguja central, contrapunto perfecto de la composición.
Por ello, creemos fundamental recuperar el concepto visual y hacerlo con un material contemporáneo, huella de nuestro tiempo, capaz de construir la ausencia y evocar la memoria.
Dov’era e com’era, ma eterea: se propone una reconstrucción espacial de la estética de la antigua aguja, un homenaje etéreo a su historia, su carácter y su legado. Esta decisión parte de la voluntad expresa de no competir con la magnífica obra de Viollet-le-Duc.
Mediante una reconstrucción interpretativa de sus límites formales y manteniendo su ingenioso sistema estructural como soporte de la propia intervención, realizada con cuidada artesanía en malla alámbrica, se conforma una milimétrica nube de puntos intangibles que captura el estado concreto de una materia que ya no existe, en un tiempo que ya no es el suyo. Una ruina contemporánea que valora el documento histórico por encima de su propia materialidad, relegada totalmente a un plano metafísico que, aunque invisible, es capaz de dialogar con el pasado a través de la tectónica del silencio y del recuerdo.
Esta interpenetración entre la arquitectura y el entorno genera una nueva espacialidad derivada de las diferentes percepciones que pueden obtenerse de la obra en función del punto de vista del observador y de la propia imprevisibilidad de las condiciones atmosféricas.
Esta dimensión transitoria del espacio y el tiempo proyectada sobre una malla incorpórea pero visible, define la cualidad intrínseca de un artefacto extremadamente liviano ideado para servir como catalizador de la ausencia".