Una boda en forma de simulación y con efectos en diferido
Cuando las cosas son difícilmente explicables, cabe el riesgo de enfrascarse en un circunloquio inútil, que no aclare nada y, encima, provoque la risa o la vergüenza ajena. Así le ocurrió a Cospedal y su antológica comparecencia ante los medios para intentar justificar el no-despido laboral y la no-indemnización de Bárcenas. Además del ridículo bochornoso, el escarnio público y la sorna mediática, en este tipo de intervenciones también se deja entrever que la política y los trabalenguas son difícilmente conjugables. Al igual que pasa con la arbitrariedad y el cumplimiento de la ley. O el sentido común y las simples apariencias.
Una boda china no tiene por qué terminar siendo un cuento chino. Pero desafortunadamente, visto lo visto, en esas me temo que estamos. En la última sesión plenaria, el Partido Popular manifestó sus dudas sobre la legitimidad de una de las bodas oficiadas en el castillo de la Atalaya coincidiendo con las Fiestas del Medievo. La inexistencia del oportuno decreto de Alcaldía hace sospechar que la ceremonia no tuvo efectos legales y, por tanto, fue un simple paripé de cara a la galería.
Por supuesto, es necesario que se aclare lo ocurrido y que se den las explicaciones pertinentes. No es de recibo que una concejala, supuestamente de baja maternal para cumplir con sus obligaciones como las de asistir a las Juntas de Gobierno y los Plenos, sí tenga tiempo sin embargo para prestarse a actuar en la simulación de un matrimonio civil. Más allá de la estética está la ética, pues no vale todo para llamar la atención y tener presencia en las noticias, aun a costa de soliviantar las normas.
Si se trata de una performance o una teatralización, déjese en manos de los profesionales o los aficionados a la escena. De acuerdo que a los políticos les gusta cada vez más ejercitarse en el noble oficio del arte dramático. Pero si media engaño (a la ciudadanía) y la posible vulneración de alguna ley, entonces el asunto se vuelve más serio.
Si se trata de una acción de marketing para promocionar las Fiestas del Medievo, anúnciese convenientemente para no provocar un agravio comparativo con el resto de contrayentes y mucho menos, se le otorgue oficialidad y consideración institucional. De otra manera se estaría generando una confusión entre un acto administrativo y un espectáculo, a la vez que un precedente de inciertas consecuencias.
Si se trata de una verdadera ceremonia civil como las que se celebran habitualmente, ha de respetarse la reglamentación sin menoscabar el valor añadido que supone esta atribución diferencial para las Fiestas del Medievo. En sentido contrario, se estaría poniendo en evidencia a la asociación de vecinos del Rabal, mientras el Ayuntamiento se aprovecha de su posición privilegiada para responder a los compromisos mercantiles contraídos con ciertas empresas turísticas.
Sirvan estas consideraciones para reflexionar y evitar posibles errores que perjudiquen a unas fiestas que con mucho trabajo, esfuerzo y tesón llevan a cabo cada vez más personas, colectivos y asociaciones de Villena.