Cartas al Director

Una de las dos Españas ha de helarte el corazón (o las dos)

Y con permiso de Machado, “ha de secarte el corazón”. Este escrito se inicia con un pensamiento como título y, en cierto modo, a partir de las aseveraciones recogidas por nuestros dirigentes en cualquier medio de comunicación, respecto a uno de los elementos vitales para el ser humano: el agua.
Éste también podría ser el lema de cualquier manifestación ciudadana para resolver los conflictos de esta u otra ciudad. Pero para el tema que nos ocupa, refrescaremos la realidad histórica. Las cuatro primeras civilizaciones del mundo nacieron y se desarrollaron paralelas a sus ríos, Mesopotamia hacia el año 3500 a. C. Al cabo de pocos siglos, un proceso de desarrollo similar hizo surgir la civilización de Egipto (a.3200.), la del valle del Indo (a. 2500.) y China (a.1800.). El agua era y es necesaria para mantener las grandes y pequeñas poblaciones, o las que nos atañen directamente y que surgieron alrededor del Mediterráneo. Creo que es inevitable entender que el agua es progreso, porque se utiliza en provecho de todos y para todos. Hablar de tierra, de la Tierra, es hablar de acceso a agua potable, de biodiversidad, de progreso.

La idea de progreso es un concepto que indica la existencia y de mejora en la condición humana. Y dicho esto, sería saludable, no abusar (políticos) de dicho vocablo. Los hay que se declaran “progres” llamando a los demás “la turba mentirosa y humillante que piensa, desde su imbecilidad…”. Los hay quienes pretenden hacer un aparcamiento en contra de los ciudadanos y los hay que quieren “defender” un edificio como si fuera el mítico laberinto del Minotauro, o como la nueva ministra de Medio Ambiente, que nos conduce por el laberinto lingüístico. “El trasvase del Ebro no es ningún caso un trasvase…”, y sirva como muestra estos pocos botones “progresistas”, esperando que nadie confunda voto con vida a pesar de que estos “argumentos” irriten.

Cuentas las crónicas que un vasallo era aquel noble de condición inferior que pedía protección a un noble de condición superior, su señor feudal. Pero a los demás territorios, pongamos por ejemplo Murcia, que al ser muchos (votantes de signo opuesto), el ser feudal pronunció, “mientras yo sea presidente, no habrá trasvase”, o la del aquel otro noble, “ni una gota de agua para Valencia”. Lamentable. Más tarde, la realidad fue evidente: el vecino se convirtió en ciudadano, como miembro de dicha comunidad con derechos de participación política, el principal de ellos, el derecho al voto, como señal de identidad, para que el elegido “distribuyera” el progreso y las riquezas a todos y no como vasallaje de unos cuantos. Las componendas que puedan garantizar los políticos radican sustancialmente entre vasallo y ciudadano. Pero los “políticos” que nos gobiernan quieren reeditar el invento.

Y ciñéndome a lo que el titulo de estos párrafos demanda, volveremos a otro poema breve, de carácter reflexivo y sentencioso del poeta:

Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
El vacío es más bien en la cabeza
.

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