Una mata de alábega
Todo comenzó con una mata de alábega. Habíamos asistido a los Cursos de Verano en El Escorial. Aunque yo no las conocía, ellas se dirigieron a mí cortésmente a saludarme, y cuando apenas habíamos intercambiado los primeros saludos, a las puertas del recinto, Virtu Cañabate y María Ferrando Fenor arrancaron de una maceta disimulada en una alacena una mata de algo que tenía toda la pinta de ser alábega. Poner en funcionamiento a la pituitaria y comenzar el viaje mental fue todo uno. Quedaban dos meses justos para el 4 de septiembre. Pero todo estaba ahí, en nuestras neuronas, intacto. Ante el estímulo, se desencadenaron las sensaciones. Esta pequeña anécdota resume bien lo que supone ser villenero, llevarlo dentro y contar con unas señas de identidad tan arraigadas.
Enseguida hubo debate, recuerdos, anécdotas, una querencia por ese sueño común que son nuestros días de fiestas. E inconscientemente mis palabras me guiaron hacia la reivindicación y la queja. A María y Virtu no había que convencerlas de nada, pero precisamente por eso, pocas como ellas, en aquel enclave privilegiado de la sierra de Abantos, podían comprender mi argumentación.
Villena está infrarrepresentada en los medios de comunicación. Y ello abarca a sus fiestas y a todas las demás manifestaciones culturales y ciudadanas que tienen lugar en la colectividad. Desde que vine al mundo a esta parte el contexto ha cambiado, los medios de comunicación han experimentado transformaciones que ni habríamos soñado, pero resulta incomprensible cómo, en plena hora de la globalización, el nombre de Villena tenga que sonar más por aquellos que lo jalean desde dentro (magnífica la labor de medios digitales como El Periódico de Villena o Villena Cuéntame) que por que los medios foráneos hayan situado a la ciudad en el lugar que le corresponde.
Ni que decir tiene que Virtu y María asintieron, y como quien comprende de veras, verbalizaron sus argumentos en ese deje que tanta riqueza nos aporta, ese vínculo que nos hace tan privilegiados.