Fiestas

Unas Fiestas que no se pueden mejorar

Tras finalizar las Fiestas del año pasado, los organizadores de las mismas –doy por hecho que tras un concienzudo análisis– las calificaron como inmejorables con un diez, lo cual resulta indiscutible para todo aquel con dos dedos de frente.
Por encima de la valoración que los ajenos a las mismas podamos hacer de estas extraordinarias calificaciones, lo importante son la consecuencias de las mismas. Tuve un profesor que a nadie ponía un cero porque consideraba que todo el mundo tenía siempre algún mínimo conocimiento sobre la materia a examinar, por muy mal que respondiese en el examen. Por lo tanto, todos los alumnos partíamos con un punto, muchísimas veces no pasábamos de ahí y la lista de calificaciones era un muestrario de unos. No diré el nombre de pila de este recordado profesor, pero su apodo era Atila, como los queridos lectores están imaginándose. El Rey de los “Unos”.

Igualmente, don Atila tampoco otorgaba dieces porque tras un razonamiento análogo al que hacía con los ceros, opinaba que nadie lo sabe todo y porque todo es susceptible de ser mejorado. Algo con lo que estoy muy de acuerdo, a pesar de que acepto que otros se consideren perfectos.

En el ámbito profesional los mayores inconvenientes vienen cuando hay problemas –en estos críticos tiempos tenemos unos cuantos– y quienes tienen que intervenir en las soluciones consideran que ya lo hacen todo perfectamente y que, por lo tanto, nada más pueden hacer por mejorar. Los que son perfectos como nuestras Fiestas ya no pueden serlo más.

Por el contrario, conozco algunos profesionales e instituciones cuyos extraordinarios trabajos reciben notables reconocimientos externos –quiero decir con ello que no se trata de calificativos autocomplacientes– pero que tras cada premio o mención honorífica se convierten en sus principales críticos y convierten cada ocasión en un motivo de estudio con el objetivo de mejorar. Estoy muy de acuerdo en que por muy bien que se hagan las cosas, siempre debe quedar el reto de intentar hacerlo un poco mejor. Esto posibilita –por ejemplo– que los mejores deportistas vayan arañando décimas a los cronómetros o que una figura del toreo sea capaz de ir poniendo de acuerdo cada vez a más aficionados. Por muy bien que toree Manzanares y por mucho que le coman la oreja en su entorno, se observa en él una mejora temporada a temporada porque no se considera perfecto por mucho que se lo digan los soplagaitas que lo rodean.

Por el contrario, los que consideran que ya han alcanzado la excelencia creen permanecer en tal estado porque se da la circunstancia de que ya no existe un estado superior al supremo de los estados.

Decía al comienzo y opinando sobre nuestras queridas Fiestas, que por encima de la valoración que los ajenos a las mismas podamos hacer del hecho de que sus propios organizadores les hayan otorgado la máxima calificación, lo importante son las consecuencias de la misma.

¿Inmejorables?
Debo pensar que si quienes tienen el control las consideran inmejorables será porque han llegado a la conclusión de que ya han aplicado sobre ellas cuantas medidas han considerado necesarias para alcanzar tal estado excelente. Porque si todavía anduviesen con la incorporación de nuevos cambios sería debido a que consideran que todavía se puede hacer algo más en el plano positivo.

De modo que si admitimos como cierta la afirmación de que nuestras Fiestas son de diez, debo felicitar a la organización, agradecer su esfuerzo y celebrar que no vayan a aplicar más cambios, porque si las Fiestas ya son perfectas –como ellos mismos afirman– no hay que manosearlas más para evitar que dejen de serlo.
Sin embargo, es un hecho constatado que desde la calificación de diez del año pasado hasta este momento se han observado criterios de aplicación de nuevos cambios que nuevamente pretenden modificar aspectos de las Fiestas.

Por lo tanto y aplicando el Método Matemático de Reducción al Absurdo –cuya enseñanza debo agradecer a don Atila–, nuestras Fiestas se encuentran en un gran momento, dado que cuentan con una gran organización, pero necesariamente en algún lugar indeterminado por debajo del diez dado que todavía se están aplicando medidas correctivas sobre las anteriores medidas correctivas.

Felices Fiestas y próspero Impuesto de Bienes Inmuebles para después.

José Luis Barrachina Susarte

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