Testimonios dados en situaciones inestables

Usted pone la otra mejilla y nosotros contribuimos a su superioridad moral

Su actitud, debe reconocerlo, nos pone a todos en una situación difícil, claramente comprometida. Nosotros sabemos, y usted sabe [le señala con algo parecido a una jeringuilla dental], que está tratando de confundirnos con sus declaraciones y sus actos aparentemente estables y razonables, y que lo que en realidad pretende es comprobar nuestro grado de implicación y acción en casos semejantes.
Es decir: en situaciones en las que un individuo nos invita, o digamos nos empuja u obliga, a ayudarle a enfrentarse a sus más profundos instintos o motivaciones. Porque la verdad es que lo que usted está haciendo es una manipulación interesada y provocadora, estableciendo o fijando en su retorcida mente y de antemano unos papeles predeterminados para todos nosotros [un tercero le aprieta las cuerdas en torno al pecho que le fijan a la silla]. Sí, le interesa que cada uno de nosotros ostente un rol de significado plano y sin matices, como de guión cinematográfico para el gran público, al que seguramente usted pone de ejemplo en sus aburridas cenas políticas, pero al que en realidad desprecia; como a nosotros, ¿no es así? [Se detiene en cuclillas delante de él.] Porque usted, y esto es lo que le da la fuerza para despreciarnos, se cree moralmente superior a nosotros. Y nos necesita para creerlo. Necesita que haya hombres malos para demostrar su recta bondad totémica e iluminadora. Le gusta verse en esta escena en la que nosotros nos equivocamos tanto y usted está reveladoramente en lo cierto. No quiere reconocerlo para que la obra no pierda consistencia ni se diluya por rendijas éticas complejas, pero disfruta teniéndonos a cada uno en nuestro papel, cumpliendo con nuestro rígido y ejemplarizante cometido: usted pone la otra mejilla y nosotros contribuimos a su superioridad moral. Pero no se da cuenta de la violencia de sus creencias, de la desgarradora manipulación a la que nos somete con sus trucos. Somos nosotros los que sobrellevamos la carga de estar estigmatizados por su inmaculado diseño moral. ¿No se le ha ocurrido pensar que en el fondo quizá nosotros también deseamos estar donde está usted ahora, atados a una silla y sintiéndonos superiores a usted? [Un tercero le revisa las cuerdas de manos y pies.] Díganos la verdad, confiese lo que en su interior fluye como un líquido incandescente, ¿no le gustaría estar en mi posición, disponiendo de nuestras vidas, sintiendo el poder en sus manos en vez de en sus decentes directrices, dispuesto a consumar el pedagógico drama pero cambiando de papel?
P.
¿Lo ve? Ahora, por ejemplo, yo he intentado ponerle este fórceps de extracción dental y usted ha intentado morderme. ¿Se da cuenta? ¿Se convence de que usted también es un cazador, salvo que sofisticado por la intervención transformadora de la historia y la cultura? Ahora podríamos romper nuestras cadenas y liberarnos mutuamente dejándole ir. Podríamos hacerlo, pero no serviría de nada, porque veo en sus ojos que no va a ceder, que no puede mirarnos como a iguales, que piensa que al final de todo esto la única manera de ganar es perdiendo, que perdiendo conseguirá vencernos para la eternidad; me entristece su falta de piedad, pero que así sea.

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