Abandonad toda esperanza

Vamos a contar mentiras

Abandonad toda esperanza, salmo 656º

Uno de los fenómenos más preocupantes que ha conllevado la digitalización de la sociedad actual es la pérdida de la privacidad, lo que también ha provocado una mengua importante de las libertades individuales. Esta situación, llevada a un paroxismo que aunque metafórico resulta terroríficamente plausible, es lo que plantea Sam Levinson en su segunda película, Assassination Nation (titulada aquí Nación salvaje, aunque solo se haya distribuido en versión original): un hacker accede a los archivos personales de los móviles de una comunidad y los hace públicos, sacando a la luz el lado más abominable de muchos de sus habitantes y desatando de inmediato una oleada de locura y violencia de consecuencias funestas. La película bebe de diversas fuentes y por tanto es menos original y arriesgada de lo que ella misma se cree: además de jugar con el lenguaje cinematográfico como ya hacían (aunque con intenciones muy distintas) Jean-Luc Godard y Mel Brooks, mezcla un poco de Spring Breakers, un mucho de Rumores que matan, un bastante de The Purge y hasta un algo de las películas autoconscientes de autores como Lars von Trier o Gaspar Noé, con el objetivo claro de epatar al espectador burgués; además, peca de moralista en su primera mitad y de autocomplaciente en la segunda. Pero eso no quita para que el talento visual del hijo de Barry Levinson -el oscarizado director de títulos como Rain Man, Bugsy o Sleepers- sea innegable; ni tampoco que la joven protagonista, Odessa Young, me parezca todo un descubrimiento. Pero lo más destacable de la propuesta es que, además de apostar por el feminismo, promueve la reflexión a propósito del uso que hacemos de las redes sociales, lo expuestos que estamos en ellas y lo propensos que son algunos a encender las antorchas y preparar las piras a la primera de cambio. Eso sí, no creo que llegue al que debiera ser su público objetivo: los adolescentes, target ideal del film, la ignorarán, al menos en los cines (¿dije ya que solo puede verse en VO?); y los pocos defensores de los valores tradicionales con olor a naftalina que lleguen a verla quizá no sean capaces de apreciar la carga irónica del film, la entiendan totalmente al revés, y terminen votando a Vox para que les regalen un arma de fuego con su próxima compra en el supermercado.

El director y guionista de Nación salvaje decidió bautizar a la localidad donde sucede la trama de su cinta con el nombre de Salem, rememorando así uno de los episodios más trágicos de la historia de Estados Unidos: las acusaciones de brujería y los consiguientes ajusticiamientos producidos en el pequeño pueblo de Salem, Massachussetts, en 1692. Precisamente este episodio histórico es el elegido por Óscar Vilarroya para comenzar a exponer sus tesis en Somos lo que nos contamos, un ensayo de carácter divulgativo donde este investigador y profesor de neurociencia español defiende que somos homo narrator antes que homo sapiens, en la medida en que el relato es una de las estructuras mentales primordiales a la hora de definirnos como seres humanos.

Óscar Vilarroya

En sus páginas, escritas con un estilo diáfano y por tanto apto para cualquier lector medio, descubriremos que desde sus orígenes la humanidad ha tratado de explicarse a sí misma aquello que no entendía a través de un relato, por sencillo y primario que este fuera. Y para contárnoslo, el autor recurre a multitud de casos clínicos reales, anécdotas, citas bibliográficas y demás recursos narrativos que enriquecen la experiencia de una lectura de sumo interés, pues explica de forma reveladora y en ocasiones hasta sorprendente acontecimientos y conceptos hoy habituales como las armas de destrucción masiva que nunca fueron encontradas, el sesgo de confirmación, el arquetipo del cuñado sabelotodo, la conspiranoia, el efecto Rashomon o las tan traídas y llevadas fake news.

En efecto, en Somos lo que nos contamos se hace hincapié en el hecho de que, a la hora de construir el mundo que nos rodea a través de los relatos, cabe la posibilidad de que estas narraciones estén construidas alrededor de una mentira; y de ahí la manipulación mediática, las citadas noticias falsas... y también la literatura: como señaló Vladimir Nabokov en su Curso de literatura europea, esta nació el día en el que un chico regresó a su pueblo gritando que le perseguía un lobo cuando en realidad no era cierto. Precisamente al arte literario recurre el catedrático alemán Martin Puchner a la hora de subrayar, como Vilarroya, el gran protagonismo que desde siempre ha tenido el relato en el devenir de la humanidad.

Martin Puchner

De hecho, y con el fin de apoyar sus planteamientos, en su libro El poder de las historias ha seleccionado dieciséis textos fundamentales de la literatura universal: del Poema de Gilgamesh a la saga de Harry Potter escrita por J. K. Rowling, pasando por textos tan dispares como la Biblia, el Quijote o la poesía de Derek Walcott. Pero pese a ello, este profesor de la Universidad de Harvard también elige arrancar con un hecho histórico (la misión del Apolo 8 a finales de 1968, y de cómo sus tripulantes describían por vez primera la apariencia de la luna desde tan cerca) para enseñarnos cómo el ser humano ha fabulado a partir de aquello que ha percibido a su alrededor, configurando así el mundo que tenemos hoy... en la medida en que los textos escritos -algunos dirán que incluso los literarios, pero podríamos decir que sobre todo los literarios- son los códigos que definen la identidad de los pueblos y la forma en que los individuos que los integran organizan sus vidas.

En resumidas cuentas: la lectura de los libros de Vilarroya y Puchner, ambos muy recomendables, acaban funcionando como sendos viajes apasionantes por el mundo interior y exterior de la humanidad a través de las historias que contamos a los demás y a nosotros mismos. En cuanto a la película Nación salvaje, no sé si dará para tantas reflexiones, pero vale la pena echarle un ojo entre tantos estrenos más dignos de un encefalograma plano al que poco se le puede contar.

Nación salvaje se proyecta en cines de toda España; Somos lo que nos contamos y El poder de las historias están editados por Ariel y Crítica respectivamente.

 

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