Abandonad toda esperanza

Vampiros

Abandonad toda esperanza, salmo 297º
Salía de ver Tintín el pasado sábado cuando me encontré con el vestíbulo del cine invadido por una muchedumbre tal que llegué a pensar que por allí andarían Rajoy o Rubalcaba dando un mitin; luego recordé que era la jornada de reflexión y que no podía ser. Pronto caí en la cuenta: se acababa de estrenar una nueva adaptación de las novelas de Stephenie Meyer, esa mormona que debió de leer cientos de veces en el instituto la versión reducida de Romeo y Julieta, y que hoy se dedica a defender los valores conservadores de su fe disfrazados de historias de vampiros. Solo espero que a aquellos que se descargaron Twilight, Luna nueva y Eclipse y se encontraron con las películas de Robert Benton, Howard Hawks y Antonioni, hoy les pase lo mismo y se den de bruces con Amanecer, el clásico mudo de Murnau... quien, por cierto, nos legó la primera obra maestra del género: la inagotable Nosferatu.

Por supuesto, reniego del "acontecimiento cinematográfico del año" y me atrinchero en casa a leer relatos de miedo de verdad como los incluidos en Vampiros, una soberbia antología que no solo incluye una muestra temprana como El vampiro de Polidori o plumas inevitables del género como Poe, Hoffmann o Le Fanu (su Carmilla es mucho más que la versión femenina de Drácula), sino también un cuento tan modélico como El Horla de Maupassant -escrito, como el de Conan Doyle y la propia novela de Bram Stoker, a modo de diario- o poemas de Baudelaire y Lord Byron. Dumas, Gautier y Gógol completan la imbatible nómina de autores... sin olvidar las ilustraciones de Meritxell Ribas, una joven ilustradora a la que venía siguiéndole la pista desde hacía tiempo y que merecía una oportunidad como esta. Apunten su nombre.

También he estado leyendo el último número de Scifiworld, cabecera indispensable para el aficionado al género, a la que solo se le puede poner un pero que lamentablemente se repite número tras número: necesitan urgentemente una corrección ortográfica y de estilo que esté a la altura de su contenido (excelente) y su maquetación (impecable). Por lo demás, este número especial sobre vampiros demuestra que todavía quedan cinéfilos insobornables: habría sido tan fácil encasquetar el rostro lánguido del ídolo de adolescentes Robert Pattinson en su cubierta... Pero no, la ocupa con todos los honores el vampiro por antonomasia: Christopher Lee. El exhaustivo dossier central no solo recorre la historia del subgénero desde Méliès hasta Déjame entrar, sino que también analiza la presencia de los vampiros en el cómic y glosa las excelencias de los Drácula de John Badham, Coppola y hasta León Klimowsky.

Esta revista demuestra, ay, que cualquier tiempo pasado fue mejor: los vampiros ya no viven en castillos ni quieren satisfacer su sed animal; ahora van a clase y pagan la hipoteca como todo el mundo, aunque ellos son un poco más cool que el resto porque son inteligentes y guapos a rabiar. Así los muestra The Gates (Ciudad de vampiros), una serie que podría haber dado más de sí de haberse centrado en la amistad entre los dos roles principales, el sheriff humano y el vampiro de incógnito. Lástima que acaba prestando más atención a los vaivenes amorosos de sus hijos adolescentes y a las fiestas benéficas que organizan sus esposas, tan guapas como ellos o más. ¿Que por qué la veo entonces? Pues porque a nadie le amarga un dulce, caramba, sobre todo si es gratis.

Vampiros y Scifiworld están editados por Mondadori e Inquedanzas Editoriais respectivamente; The Gates (Ciudad de vampiros) se emite en Fox España.

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