Abandonad toda esperanza

Víctor Mora, in memoriam

Abandonad toda esperanza, salmo 529º
Hace ahora justo una década, en el verano del año 2006, tuve el privilegio de conocer a Víctor Mora. Fue en Gijón, en un acto de homenaje durante el que también se presentó un libro que celebraba el cincuenta aniversario de su personaje más célebre y que había escrito Armonía Rodríguez, durante décadas su compañera sentimental y, en ocasiones, también profesional. Tuve la enorme suerte de poder hablar un buen rato con ambos, y aproveché la ocasión para hacerle saber a ella -Víctor, además de encontrarse bastante fatigado, tenía que atender a las peticiones de su público- que para las Jornadas del Cómic de la Universidad de Alicante sería un gran honor contar con su presencia. Empezaría así un intercambio de correos electrónicos que culminó con el anuncio de un homenaje en el Unicómic del año siguiente... pero que, lamentablemente, tuvo que suspenderse a última hora por problemas de salud del autor. La idea era dejarlo para otra ocasión, pero dada su avanzada edad y por temor a resultar más pesados de lo habitual (que ya es decir), no quisimos insistir más. Hoy lamento no haberlo hecho.

Por si no lo saben, Víctor Mora Pujadas nació en Barcelona el 6 de junio de 1931, pero poco después su familia se vio obligada a trasladarse a Francia. No sería hasta que cumplió los once años cuando, tras el fallecimiento de su padre, el resto de la familia regresó a la Ciudad Condal, donde con el paso del tiempo el joven Víctor se vería obligado a trabajar en los más diversos oficios para paliar en parte las necesidades económicas de los suyos.

Fue en 1948 cuando comenzó su carrera en el mundo de la historieta: un Víctor Mora de diecisiete años y el dibujante Francisco Hidalgo toman el relevo de Rafael González Martínez y el luego celebrado autor de novelas policíacas Francisco González Ledesma en la serie Doctor Niebla; y apenas un año después se atreve con una serie de creación propia que también dibuja (algo inusual en su carrera): Capitán Kerr. Pero no será hasta 1956, y en un intento de Bruguera de revalidar el éxito conseguido con El Cachorro de Iranzo, que nace el popular Capitán Trueno, protagonista de una serie de aventuras ambientadas en la Edad Media, escritas por Mora y dibujadas por el gran Ambrós. Esta nueva colección tendría un éxito sin precedentes, sobrepasando los 350.000 ejemplares semanales en más de una ocasión; por ello, Mora repetiría la misma fórmula creando las también muy populares El Jabato y El Corsario de Hierro.

Desde 1960, con la publicación de la antología de relatos La víctima, el autor alterna su trabajo en el mundo de las viñetas con la narrativa. Dos años después ve la luz su primera novela, Els plàtans de Barcelona, escrita en catalán pero que se editaría primero en Francia, donde el guionista venía colaborando con revistas como Pif o la mítica Pilote. Con su segunda novela, El cafe dels homes tristos, recibe el Premio Víctor Català, pero no deja de escribir historietas en las que colabora con grandes dibujantes del panorama nacional: por citar solo tres, en Galax el Cosmonauta colabora con el malogrado artista alicantino Fuentes Man, mientras que en el western Sunday y en la serie de ciencia ficción Dani Futuro cuenta con los lápices de Víctor de la Fuente y el todavía en activo Carlos Giménez respectivamente. Por otra parte, y alejándose del cómic de género puro y duro, crea para la citada Pilote y junto al ilustrador hiperrealista Luis García una serie orientada a un público adulto y de gustos más cercanos a lo experimental y lo transgresor: Las crónicas del Sin Nombre, sin duda uno de los hitos de una carrera historietística que, como la narrativa, seguiría produciendo obras de interés durante las décadas siguientes.

El pasado 17 de agosto, Víctor Mora falleció en su Barcelona natal a los 85 años de edad. En cuanto supimos de la triste noticia me acordé de aquella tarde de un día de julio del 2006 en la que le conocí a él y a Armonía Rodríguez. Pasado un tiempo, además de los mails que ella me escribía regularmente, me enviaron por correo postal una copia en DVD de un documental sobre la vida y obra de Mora con el fin de proyectarlo en Unicómic, y tuvieron la deferencia de acompañarlo de un ejemplar de Los plátanos de Barcelona; una edición de bolsillo que cuenta con traducción al castellano de la propia Armonía. Yo por aquel entonces desconocía la faceta de novelista del autor, y aunque el libro parecía interesante pasó a la lista de lecturas pendientes. Hoy lo rescato de la estantería y empiezo a leer, y descubro un retrato descarnado de la posguerra española vista a través de los ojos de Lluís Martí Ferrer, trasunto literario del propio Víctor Mora, lo que hace de esta novela un diáfano testimonio autobiográfico en clave de ficción que tras la desaparición de su autor cobra un sentido mucho más intenso. Su lectura es mi homenaje privado a uno de los grandes nombres de la cultura popular española del siglo XX; y si gustan de hacerle el suyo propio les recomiendo que busquen y lean, además del inevitable Capitán Trueno, obras como Sunday o Las crónicas del Sin Nombre, que fueron reeditadas por la desaparecida Glénat y que con un poco de suerte quizás encuentren a muy buen precio. Por lo demás, espero que en el Unicómic del año que viene podamos hacerle otro homenaje, este público y por todo lo alto, tal y como se merece... Aunque, lamentablemente, él ya no estará allí para verlo.

Los plátanos de Barcelona está editado por Ediciones B.

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