Abandonad toda esperanza

Vilamatesca

Abandonad toda esperanza, salmo 229º
Desde sus inicios en el arte de escribir, Enrique Vila-Matas siempre ha jugado al arte del despiste: empezó como crítico en Fotogramas, inventándose las entrevistas a personalidades del cine con las que no llegaba a encontrarse, como luego se inventaría citas que salpican toda su obra, aforismos que le pertenecen con todas las de la ley y que él pone en boca, no se sabe si por modestia o al contrario por dárselas de intelectual, de nombres consagrados y genios semidesconocidos de la cultura universal.

Su última novela, Dublinesca, sigue por el mismo camino: obstinado en seguir despistando al personal, Vila-Matas hasta cambia de editorial inesperadamente, dejando colgada a su Anagrama de toda la vida y pasándose a Seix Barral, hogar en el que supongo se sentirá arropado por la compañía de Philip Roth, Don DeLillo, Kenzaburo Oé o su admirado Fernando Pessoa. Por la misma razón, y por más que lo pueda negar, vuelve a hacer uso de un alter ego, el editor Samuel Riba, en el que confluyen él mismo, sus obsesiones y su superada enfermedad, y Jorge Herralde, el responsable de su antigua casa. No sé a qué se deberá, pero los mentideros del mundo editorial deben estar agitados por el cambio.

Por supuesto, estamos de nuevo ante un juego de espejos al más puro estilo vilamatesco, una impostura -precisamente así se titula una de sus novelas anteriores- en toda regla, un ensayo disfrazado de ficción en el que el autor de El mal de Montano reflexiona acerca del fin de la era de la imprenta y la supuesta hegemonía futura del libro electrónico. Todo ello construido alrededor de un viaje a Dublín a través del que homenajea a la literatura irlandesa en general (Beckett, Wilde, Yeats) y al Ulises de James Joyce en particular. Los que ya han leído a este autor genial, del que pronto se hablará -no lo duden- como candidato patrio al Nobel, ya sabrán que su universo es el de una literatura cómplice donde no todos consiguen entrar, pero aquellos que lo logran optan por quedarse.

En la red, un lugar en el que Vila-Matas parece sentirse muy cómodo -tiene una web muy completa, y se confiesa lector asiduo de varios blogs-, se ha hablado últimamente de él como de un nuevo enemigo del cómic que seguiría la estela de Vicente Molina Foix, a partir de estas declaraciones: "A los [escritores] que dicen pasar de Dickens y Proust quiero advertirles que, como la escritura es una carrera de fondo, a la larga pueden quedarse sin una bombilla en su cerebro literario y convertirse en dibujante de cómics, pero no en escritores". No me parece un caso tan sangrante como el anterior, y además no tengo claro que sea un ataque real contra el medio sino tan solo una comparación poco afortunada. Pero sí sería una pena que un prejuicio por otro lado extraño en alguien siempre atento a manifestaciones de la cultura popular como el cine o Internet le prive de leer Las Célticas, un álbum de Corto Maltés en el que Hugo Pratt lleva a su célebre marinero a vivir una serie de aventuras en la misma Irlanda mágica y brumosa en la que nació Joyce y a la que Vila-Matas y otros caballeros de la Orden del Finnegans viajaron para celebrar el Bloomsday. Así pues, no me sean ustedes vilamatescos y lean a Pratt, pero no olviden ser un poco vilamatescos para poder leer a Vila-Matas.

Dublinesca y Las Célticas están editados por Seix Barral y Norma respectivamente.

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