Villanos morales
Abandonad toda esperanza, salmo 373º
El multisalas al que suelo ir ha dado por terminada la promoción que permitía ver una película por cuatro o cinco euros un par de días a la semana, en los que finalmente había que guardar cola, mientras que el resto de jornadas laborables, con 6,60 u 8,40 euros por entrada, la taquilla estaba prácticamente desierta. Una decisión incomprensible, dado que a la cuenta de la vieja es obvio que se recauda más vendiendo veinte entradas a cuatro euros que cinco a seis. Quiero pensar que confían en que durante el verano se venderán las mismas entradas al precio que sea de los blockbusters y las cintas de animación aptas para el público infantil. En efecto, hay estrenos que suponen todo un acontecimiento que excede lo cinematográfico y los aficionados estamos dispuestos a pagar lo que pidan por verlas; pero también quiero pensar que cuando llegue septiembre volverán las promociones, porque si no ellos solos se cargarán las salas (en Alicante cada vez hay menos) sin ayuda del visionado online, la piratería... o Wert, que no sé lo que es peor. Bueno, sí lo sé, pero a lo que iba: aunque todavía quedan por llegar varios títulos dispuestos a reventar la taquilla, el film de este verano es El hombre de acero, el nuevo lavado de cara de Superman. El realizador Zack Snyder, curtido en esto de adaptar cómics (suyas son la fallida 300 y la magnífica Watchmen) y capaz de lo mejor (Amanecer de los muertos) y de lo peor (Sucker Punch), ha conseguido lo que Bryan Singer no logró con Superman Returns: que muchos no echemos en falta al malogrado Christopher Reeve. Aunque los más nostálgicos se echen las manos a la cabeza, hay que reconocer que tras revisar todas las entregas de la saga se comprueba que han envejecido bastante mal... y no solo en su factura técnica, algo comprensible, sino también en su contenido: los dos Richard, Donner y Lester, acertaron al contar el origen del superhéroe y su faceta como el periodista Clark Kent, y tanto Reeve como Margot Kidder, que nunca lograrían desprenderse de sus personajes, están perfectos en sus papeles. Pero los conflictos que relatan las dos primeras cintas son de una simplicidad insultante, y el Lex Luthor encarnado por Gene Hackman (uno de mis actores predilectos, ojo) y sus secuaces son villanos de tebeo en el peor sentido de la expresión. Sobre los chascarrillos de las dos entregas siguientes mejor me callo. En cambio, Snyder (y Christopher Nolan en la producción) han logrado contar otra vez el origen del personaje y que parezca nuevo, profundizando en el conflicto que supone ser un extraterrestre todopoderoso en nuestro mundo, sin olvidarse de ofrecer espectáculo de principio (con un Krypton muy influido por Giger, Moebius y Métal Hurlant) a fin (con una lucha sin cuartel como hacía tiempo no se veía). En resumidas cuentas: un film espléndido, del que no tardaremos mucho en ver una secuela.
Precisamente una secuela es el otro lavado de cara de este verano, el de Star Trek, pues alcanza ya su segunda parte con J.J. Abrams, el "nuevo rey Midas de Hollywood" (en clara alusión a su mentor Steven Spielberg), al mando del Enterprise. En esta ocasión el mayor aliciente es el superhombre terrorista interpretado por el Sherlock Holmes de la BBC: Benedict Cumberbatch. Y si como suele decirse, el valor de una historia se mide por el interés de su villano, Star Trek: En la oscuridad es cine de 24 kilates por segundo. Es de recibo señalar que tanto este como el de El hombre de acero, el general Zod encarnado por Michael Shannon, son villanos que actúan movidos por razones comprensibles y, al menos bajo su punto de vista, morales, más allá de que sus actos acaben siendo abominables. Lejos quedan los risibles villanos de tebeo, y no digamos ya los villanos del mundo real, cuyo único motor parece ser la codicia.
El hombre de acero y Star Trek: En la oscuridad se proyectan en cines de toda España.