Villena baila sola
Cómo duele Villena. Cómo pincha. Señal que importa. Que significa mucho para un servidor. En la presencia y en la ausencia. Vivimos en un país ya de por sí complicado, muy cainita, al que el mapa autonómico está suponiendo una sangría económica a la que todavía no vemos final. Y de la que salimos perjudicados, como siempre, los más débiles.
¿Qué peso tiene España en Europa? ¿Y la Comunidad Valenciana en España? ¿Y Alicante en la Comunidad Valenciana? ¿Y la comarca del Alto Vinalopó en la provincia de Alicante? ¿Y Villena en la comarca del Alto Vinalopó? Me ahorro las respuestas porque me deprimo. Si yo les contara lo que he visto y oído. Si yo les contara cómo llevan en bandeja de plata a poblaciones incluso de rango inferior a Villena en otras latitudes, en otras provincias y en otras comunidades.
Dado que una de mis pasiones es devorar la prensa, todavía en papel, les confesaré cómo se me ponen los dientes largos cuando, durante las semanas que paso en Cantabria, el diario regional dedica un par de páginas limpias de publicidad, cada día, a Torrelavega; o durante mis estancias en Valladolid, cómo luce la doble página que el periódico dedica diariamente a Medina del Campo. Y así en tantos lugares.
Es bien cierto que Villena nunca ha disfrutado de la relevancia merecida. Pero es que con el paso de los años la situación no hace más que empeorar. De ahí que viva con suma tristeza la tremenda división con la que afrontan su día a día los partidos políticos que forman parte de la Corporación municipal. Basta con distanciarse un poco, con mirar con perspectiva para que los árboles nos dejen ver el bosque, para constatar cómo, o estamos todos a una, ideologías aparte, o de seguir a este ritmo, sin prisa pero sin pausa, Villena bailará sola. Así se lo pida a la Morenica Virtudes o a la Morenica Fuensanta. Que el tren a Murcia se perdió hace mucho.