Villena, capital Alicante
Villena tiene alrededor de 34.000 habitantes. Alicante ronda los 340.000. Diez veces más. Pero quede claro que, en lo referente al terreno cultural y patrimonial, Alicante no es diez veces más relevante que nuestra querida ciudad. Alicante no posee diez teatros, ni diez Casas de Cultura, ni diez Plazas de Toros, ni diez Asociaciones de Amigos de la Música, ni diez Cine-Clubs. Mucho menos diez templos con solera y tradición de siglos.
Lo cual no deja de ser una anomalía. Porque por lo general las capitales multiplican exponencialmente su caudal cultural y patrimonial con respecto a los pueblos. Siguiendo el hilo de la cifra de habitantes, si convenimos que Madrid tiene 3.400.000 (aunque puedan ser algunos más), todo estaremos de acuerdo en que la capital de España no sólo tiene diez veces más relevancia cultural que Alicante, sino muchas más: con sus museos, fundaciones, oferta teatral y de todo tipo.
Es lo que suele suceder también en las ciudades de provincia con respecto a sus capitales: Lebrija respecto a Sevilla, Nerja respecto a Málaga, o más cerca, Yecla respecto a Murcia u Bocairent y Ontinyent respecto a Valencia.
El caso alicantino es ciertamente particular. Ciudades como Elche, Alcoy, Denia, Orihuela, Torrevieja o Benidorm son capaces de mirarla cara a cara (me da la impresión de que en el Vinalopó, Elda y Villena son más sumisas, están más alicantinizadas). Pero si no fuese por el dinero que aporta la Diputación, la capital de la provincia, una vez dinamitada la Caja del Mediterráneo, daría pena en el terreno cultural.
El Marq, el Mubag o el Auditorio cuentan con presupuestos impensables para el Ayuntamiento de la capital. Solamente el ADDA Sinfónica cuesta 3 millones de euros anuales, frente a los 140.000 euros que dedica el Ayuntamiento de Alicante a mantener el Teatro Principal en un ejercicio anual. La Dipu de los Pueblos invita a que éstos se trasladen a la capital a disfrutar de su oferta. Villena acude la llamada. Pero deberían ser muchos más los alicantinos que hiciesen el camino contrario con destino al Vinalopó.