Cartas al Director

Villena huele a desgobierno

Podíamos llamarle estrambótica bufonada, astracanada representación o incluso surrealista acontecimiento, pero nunca llegaríamos a definir con exactitud la situación en que determinado asunto ha colocado el equipo de gobierno del ayuntamiento de Villena por su nefasta gestión.
El resultado de todo cuanto acomete está siempre rodeado de tantas anomalías que a su alrededor siempre queda un hedor a oscurantismo que nos hace afirmar que “Villena huele”, y no a depuradoras ni plantas de basuras, sino por algunas de las decisiones que se toman por parte del equipo de gobierno.

En algunas ocasiones los artículos de opinión adolecen de falta de argumentos, debidos únicamente al silencio municipal sobre los mismos. El tripartito, en estos momentos tambaleando o por lo menos en entredicho, se preocupa muy mucho de airear solamente aquello que le interesa, y es por ello que últimamente hablan muy poco de la plaza de toros, pero hoy el tema es precisamente la plaza y una pregunta: ¿Cómo se ha resuelto el tema del sonido para no perder la subvención que se tenía concedida de 42.000 euros y de la que se ya se había pedido un aplazamiento?

Parece ser que, desconocemos si con informes técnicos o sin ellos, se ha llegado a la conclusión de comprar un aparato de mayor potencia. Y así se ha hecho, pero parece ser que de un modo no ilegal al principio, aunque rodeado de ciertos flecos de oscurantismo en el último tramo, todavía sin concluir.

La preparación del expediente corre a cargo del edil Richart, y para mayor celeridad, porque el tiempo apremia y corre peligro la subvención por haberse demorado inconcebiblemente su gestión, se hace sin publicidad, entregando los pliegos a varias firmas para su concurso. Se le concede a una de ellas, creemos que por ser la oferta más beneficiosa, y queda pendiente de la entrega de la documentación necesaria en estos casos para la adjudicación definitiva. Las fechas se les vienen encima y peligra la subvención, por lo que se decide comprar el aparato a la adjudicataria, que entrega el correspondiente albarán, se firma por la persona encargada y queda legalizada la compra.

Pero –estos temas siempre tienen algún pero– la concesionaria no entrega la documentación en forma y plazo, por lo que queda fuera del concurso y corresponde hacer la compra a la empresa que quedó en segundo lugar. Y aquí está el dilema: ¿Qué hacemos ahora? Porque el aparato está en la plaza y según las malas lenguas incluso se ha utilizado. ¿Cómo se llama esto jurídicamente?

En esta gestión las anomalías se han sucedido de forma continuada, como ocurriera con los nichos del cementerio, de los que nunca más se supo cómo se resolvió su menor número ni cuáles fueron los informes no solicitados en su día por los técnicos. Pero ¡sorpresa, sorpresa! La firma adjudicataria del aparato de la plaza es la misma que la de los nichos del cementerio. ¡No deja de ser una suerte estar en contacto con una empresa que por lo visto es experta y trabaja en actividades diversas! ¿No opina lo mismo, atento lector?

Todo esto me hace pensar que el ayuntamiento, en la persona de su alcalde, debe dar amplia información sobre este asunto a la ciudadanía, aportando además los informes técnicos en los que se afirme que la solución al problema de sonoridad de la plaza era la compra de un equipo de mayor potencia. Y al mismo tiempo, como máximo representante y responsable, debe garantizarnos que no se va a volver a incurrir, a partir de ahora, en errores de este calibre, que pueden llevar ante los tribunales a nuestros representantes municipales.

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