Villena huele a podredumbre
Cuando yo era niña, Villena olía de una manera especial. Entonces, mi ciudad olía de manera muy diferente a como lo hace ahora. Aunque no sé, a ciencia cierta, si todas sus zonas o barrios olían igual, ni si siempre desprendían el mismo aroma, o éste iba cambiando según las estaciones del año.
Recuerdo especialmente el olor penetrante a vino fermentado que exhalaba cada una de las tantas bodegas que se hallaban distribuidas por la ciudad. O el olor de las pieles curtidas al pasar por la puerta del único almacén de curtidos que abastecía a las fábricas de calzado. Este peculiar olor se mezclaba con el de las colas, pegamentos, tintas y demás productos químicos usados en la fabricación del calzado, conformando una amalgama de olores que impregnaban a quienes trabajaban en ellas, depositándose en la ropa, pero fundamentalmente en la piel y los cabellos.
Es cierto que mi memoria olfativa estaba ligada a fechas concretas, por ejemplo a comienzos de septiembre, que es cuando tienen lugar las Fiestas de Moros y Cristianos. En vísperas de las Fiestas, Villena amanecía perfumada por los dulces aromas de los rollos de vino, los rollos de Amor y los rollos de la Gran Vía; el embriagador perfume de la Mistela, el Cantueso, el Café Licor, el Katakí y la alábega.
Que las ciudades no huelen todas igual, ni despiden el mismo aroma durante todo el año, ya lo sabemos; los olores van cambiando, con el tiempo, la climatología, las industrias y los comercios que se ubican en ellas Aunque eso era antes, cuando cada ciudad tenía un olor que la caracterizaba; unos eran más agradables que otros, aunque ya se sabe hay gustos para todo, pero ahora
Ahora ya no es lo mismo, ahora Villena huele a podredumbre. Podredumbre que se impregna en el paisaje, en los edificios, en tejidos, en los huesos y en el alma. Cuando abrimos la ventana para ventilar nuestro hogar y la tenemos que cerrar de nuevo porque el hedor es nauseabundo; cuando escuchamos las crónicas políticas de nuestra ciudad o leemos la prensa local y nos entran ganas de emigrar a otro lugar.
Pero a pesar de todo quiero ser optimista. Quiero pensar que otra Villena es posible. Otra Villena donde sus fuerzas políticas sean capaces de poner en primer lugar los intereses de la mayoría de la población, en vez de los suyos propios, o los de su partido. Otra Villena donde se puedan abrir las ventanas y salir a la calle sin tener que taparse la nariz, otra Villena donde sus hombres y mujeres se movilicen y exijan que sus gobernantes cumplan con su labor, que abreviando, no es otra que la de gestionar y administrar los recursos del municipio, cumpliendo y haciendo cumplir la Constitución tal como juraron o prometieron en su día.
Fdo. Rosalía Sanjuán Ayelo