Historia

Villena, José Antonio Primo de Rivera y el traslado a hombros de sus restos mortales en 1939 (y III)

Iniciada la guerra el 17-18 de julio de 1936, José Antonio y la Junta Política falangista fue detenida, quedando el mando descentralizado y en manos de las falanges provinciales. Pero antes del 20 de noviembre de 1936, pocos eran los sublevados o republicanos que daban crédito a que el fusilamiento de José Antonio, se llegase a consumar. Cuando éste se produjo, los frentepopulistas lo admitieron sin problemas pero no fue el caso de los sublevados, al pensar que para la República valía mucho más vivo que muerto (canjes, etc.). A los rumores reales o inventados por los dos bandos, le siguieron una ingente cantidad de contra rumores.
El reconocimiento de su muerte el régimen franquista lo oficializó el 16-17 de noviembre de 1938; a lo largo de esos dos años, la mayoría de los nacionales (sublevados, etc.) creían realmente que antes o después José Antonio volvería. Ahí es donde nace la idea oficiosa del “ausente”: José Antonio estaba vivo pero secuestrado y un día volvería. ¿Querían creer en lo imposible o fueron los franquistas los que alimentaron la “ausencia” para anular políticamente a Falange en beneficio de los militares? Esos dos años de “ausencia”, fueron marinando el caldo de cultivo que lo elevaría a los “altares” y a la categoría de mito… con el aval de Franco.

Tras el reconocimiento oficial de su muerte, se produjo la mitificación de su persona: pasó de ser una persona de carne y hueso a otra a la que poco a poco, se le fueron atribuyendo excelencias casi divinas que en realidad no tenía. Él tendría virtudes pero de ahí a ser un santo católico-falangista-divino… Su elevación a los cielos pasó por un segundo estado: mitificada su persona, se sacralizó su doctrina política, textos e ideas. Con un José Antonio que ya se codeaba con las divinidades, se le atribuyó un carácter casi sagrado a lo que tampoco lo tenía: doctrina y escritos. A partir de ese momento, sus escritos pasaron a ser en el Bando Nacional algo así como una Biblia inalterable e incuestionable que no se podía discutir y sí acatar. Si José Antonio hubiese visto lo que hacían con sus escritos e ideas, precisamente él que los perfilaba hasta el paroxismo, lo cual implica cambios y modificaciones constantes (su vida política es un ejemplo claro), no podría dar crédito. De la completa mitificación de José Antonio se ocupó muy profesionalmente, todo hay que decirlo, Dionisio Ridruejo y su equipo de propaganda.

Franco nunca fue demócrata pero sí que fue un político astuto, al no ser necesario ser demócrata para ser político; no duelen prendas decirlo porque estamos ante una de sus jugadas maestras. Con su mitificación y sacralización a nivel oficial, José Antonio nos dejó en la tierra al elevarse a los cielos para una vida mejor pero Franco, su “heredero”… se quedó.

Los militares y falangistas de las altas esferas no solían aguantarse porque los dos poderes más los Tradicionalistas, querían el poder una vez terminara la guerra. Al ser fusilado José Antonio, Franco lo tuvo claro: le mostró su apoyo incondicional e inducido por los mensajes de Ridruejo, la mayoría vio a Franco como el heredero legítimo en la tierra del ausente ascendido a los cielos. Y posteriormente Franco, desde su poder absoluto, postergó a los falangistas y su ideario político en beneficio de los militares y otras familias (Iglesia católica). Mejor diría que cada cierto tiempo Franco se hacía más falangista que José Antonio, anticomunista que Dios, católico que el Vaticano, valedor de bases americanas, tecnócrata y así 40 años. Con Franco al mando de la Falange, ésta desapareció como tal en beneficio del franquista Movimiento Nacional; decenas de miles de falangistas no se enteraron y siguieron sin enterarse…

La idea anterior nos la sirve en bandeja Pilar, una de las hermanas de José Antonio: “A fuerza de querer exaltar la figura de José Antonio, hemos llegado a hacer de él casi un mito. Y, a mi modo de ver, su mayor importancia radica en que era un hombre como todos los hombres, capaz de debilidades, heroísmos, caídas y arrepentimientos”. Queda dicho todo.

Por último y a mi entender, la fuente de inspiración primera del traslado a hombros del féretro, lo encontramos en la Marcha sobre Roma de Mussolini pero sobre todo en el católico “paseo” que le hizo Juana “la loca” a Felipe I “el hermoso” del 20 de diciembre de 1506 al 14 de febrero de 1509, modificado y ampliado bajo la impronta falangista “con estilo de milicia”.

José Vicente Arnedo Lázaro
Premio de Investigación Científico Humanística Fundación “José María Soler” 2013
Premio de Ensayo e Investigación “Faustino Alonso Gotor” 2013–Comparsa de Estudiantes

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